Nombre: Hekamiah “Dios que erige el Universo”.
Coro: Querubines, Ángeles al servicio de
Hochmah-Amor.
Lo que otorga:
Solicitar protección para los Reyes y altos
mandatarios.
Para encontrar el favor de personas de elevada
estirpe.
Conquista de la lealtad.
Vencer a los enemigos.
Protege de la acechanzas de los rebeldes,
sediciosos y traidores.
Lección: Cristalizar los valores más elevados.
Planeta: Saturno.
Sefiráh: Binah.
Horario de regencia: de 5 a 5:20 horas.
Se lo invoca para:
· Ayudarnos a trascender nuestros problemas.
· Vencer a nuestros enemigos internos.
· Proteger a los que ocupan posiciones de liderazgo.
· Pedir coraje, perseverancia y constancia.
Cita bíblica:
Pero el Señor es mi protector,
es mi Dios y la roca en que me refugio.
es mi Dios y la roca en que me refugio.
Salmo 94:22
Los nacidos bajo su regencia:
Tiene un aura natural de paz. Su sinceridad es
reflejada a través de su nobleza y autoridad, de su personalidad y prestigio.
Es fiel a sus juramentos, tiene carácter franco, leal, bravo y susceptible a
las cuestiones de honor. Se ocupa extremadamente de su familia y sus hijos
dándoles la prioridad sobre todo. Querido por todos, será siempre respetado por
la sensibilidad que posee. Vivirá cada minuto de su vida con mucha ternura,
amor, esperanza y deseará para todos una existencia tan digna como la suya. Le
gustará siempre estar cambiando todo, desde la posición de los muebles,
restauración y pintura de su casa hasta la apariencia física con la cual tiene
mucho cuidado y atención. Muy sensual, apreciará guardar trofeos de sus amores
como exteriorizando los sentimientos del pasado.
Hekamiah: “El rey infeliz”
Muy temprano madrugo en aquella tranquila mañana el
rey Aman, en verdad, no había podido dormir en toda la noche, pues una
preocupación le robaba el sueño. La hechicera del reino había visto en las
cenizas sagradas, la muerte del Soberano.
- ¿Qué predicen las cenizas sabia
hechicera? -le preguntó con interés el rey-.
- Majestad, Majestad, no sé qué me ocurre, apenas si puedo percibir las Voces del Tiempo -titubeó la hechicera-.
- Concéntrate, te lo ruego, pues no podemos iniciar el año sin conocer el futuro venidero -le contestó Aman-.
- Pero Majestad… -vociferó la Sabia, pero no pudo terminar-.
- No aceptaré una negativa por respuesta -interrumpió el rey-, quiero saber que veis.
- Si así lo queréis, sabed que las Voces del Más Allá hablan de muerte.
- ¿De muerte? -preguntó sorprendido el rey-. Decidme a quién visitará la muerte, tal vez podamos prestarle ayuda.
- No podréis Majestad -expresó la hechicera-, pues la muerte llamará a vuestra puerta.
- Majestad, Majestad, no sé qué me ocurre, apenas si puedo percibir las Voces del Tiempo -titubeó la hechicera-.
- Concéntrate, te lo ruego, pues no podemos iniciar el año sin conocer el futuro venidero -le contestó Aman-.
- Pero Majestad… -vociferó la Sabia, pero no pudo terminar-.
- No aceptaré una negativa por respuesta -interrumpió el rey-, quiero saber que veis.
- Si así lo queréis, sabed que las Voces del Más Allá hablan de muerte.
- ¿De muerte? -preguntó sorprendido el rey-. Decidme a quién visitará la muerte, tal vez podamos prestarle ayuda.
- No podréis Majestad -expresó la hechicera-, pues la muerte llamará a vuestra puerta.
El rostro de Aman palideció, no podía creer las
palabras de la pitonisa. A él no podía pasarle aquello, era el rey. Pero los
ojos de aquella mujer no mentían y Aman supo leerlo en ellos.
La tristeza se apoderó de él y se sintió muy
infeliz, pues se encontraba lleno de vida, y ahora tenía miedo a abandonarla.
En aquella mañana paseó por los jardines de
palacio, y sin darse cuenta se desvió hacia el bosque. Cuando más absorto se
encontraba en sus pensamientos, un gemido de dolor llamó su atención, se acercó
hacia el lugar de donde procedían y se encontró a un anciano medio moribundo
desplomado en el suelo.
Corrió el rey Aman a socorrer al desdichado y vio
que sus heridas eran de gravedad. Comprendió que necesitaba con urgencia los
cuidados del Sabio. Sin más demora Aman cargo al anciano sobre sus hombros y lo
trasladó al palacio donde recibiría la atención que requería. Le salvó la vida.
Una vez recuperado, preguntó quién le había
salvado.
- Ha sido el mismísimo rey Aman,
noble anciano, a el debéis la vida, pero sin embargo, a é nadie podrá evitar
que la pierda.
- ¿Acaso sufre algún mal incurable? -pregunto el anciano-.
- El mal del Karma maduro -contestó el Sabio que le había cuidado-.
- Siendo así, decid a vuestro rey que no tema por su destino, pues salvándome la vida, ha salvado la suya propia. Yo era su destino, y su amor por mí ha abierto una nueva página en el Libro Sagrado del Tiempo. Llevad pues la vida a vuestro rey.
- ¿Acaso sufre algún mal incurable? -pregunto el anciano-.
- El mal del Karma maduro -contestó el Sabio que le había cuidado-.
- Siendo así, decid a vuestro rey que no tema por su destino, pues salvándome la vida, ha salvado la suya propia. Yo era su destino, y su amor por mí ha abierto una nueva página en el Libro Sagrado del Tiempo. Llevad pues la vida a vuestro rey.
Nadie volvió a ver a Hekamiah, así se llamaba el
anciano. Aman vivió por muchos años.
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