Nombre: Mebael “Dios Conservador”.
Coro: Tronos
Lo que otorga:
· Justicia; imparcialidad benevolente de un tribunal.
· Liberación de oprimidos y prisioneros..
· Amor y celebridad en el ejercicio de la Jurisprudencia..
· Protección contra la calumnia, falsos testimonios y los pleitos.
· Reconquista de lo injustamente perdido.
Lección: Aplicar justicia.
Planeta: Saturno.
Sefiráh: Binah.
Horario de regencia: de 4: 20 a 4: 40 horas.
Se lo invoca para:
· Pedir justicia e imparcialidad.
· Pedir protección contra la calumnia y falso testimonios de aquellos que
desean usurpar bienes ajenos.
· Liberarnos de la depresión.
· Proteger a los inocentes.
· Hacer conocer la verdad.
Cita bíblica:
El Señor es refugio de los oprimidos;
es su baluarte en momentos de angustia.
es su baluarte en momentos de angustia.
Salmo9:9
Los nacidos bajo su regencia:
Será un codificador de sueños, conocedor de las
leyes materiales y espirituales. Será siempre portador de buenas noticias, será
urbanístico defensor de forma desinteresada de personas inocentes. A través de
su ego marca una fuerte presencia de su espíritu. Vive su día a día con nobleza
y dignidad en las acciones. A veces tendrá una fuerte impresión de que está
viviendo algo que ya aconteció en otra dimensión o si no de otra vida. Tendrá
gran facilidad de adaptación y su vida será la transmutación en el sentido de
una regeneración espiritual. No perderá tiempo en futilidades y en cualquier
ambiente que estuviera será el centro de las atenciones por la sabiduría, buen
sentido, serenidad e intuición. Su Ángel puede mostrarle grandes conocimientos
y el legado de otras encarnaciones, para ser usado con las personas que
necesitan ayuda. Tendrá el don de la oratoria y un fuerte discernimiento.
Mebael: “El Ángel Justiciero”
Jamás nadie había sentido una tristeza tan profunda
como la que sobrecogía en aquellos días al re Azor, al menos así lo creía él.
Era tanta su pena que había ordenado que todo su reino permaneciese en silencio
hasta que su dolor desapareciese por completo.
Nadie se atrevía a violar aquel mandato a excepción
de Satur, el Supremo Juez del reino.
- Pero Majestad, bien sabéis que
nadie puede entrar en la ciudad prisión. Todos cuantos se acercan a ella son
hechos cautivos y permanecen allí para la eternidad.
Cuanto más escuchaba el Rey las palabras del Juez,
mas aflicción sentía, aumentando así su dolor.
Cuando todas las esperanzas parecían perdidas,
alguien vino a turbar aquel silencio.
A lomos de un corcel blanco, un joven caballero
acababa de llegar al reino. Nada parecía sorprenderle de cuanto veía a su paso,
al contrario, se podría decir que conocía muy bien lo que allí estaba
sucediendo.
Como nadie se opuso en su camino, no tardó en
llegar al salón real, donde encontró al rey Azor hundido en su desespero.
- Majestad -saludo el caballero
cortésmente-, he venido lo antes posible. Lamento si mi tardanza ha alargado
vuestro suplicio.
- ¿Acaso estoy soñando? -expresó con voz temblorosa el débil Azor-. ¿Es una alucinación, como decís que yo he solicitado vuestra presencia? -siguió argumentando el rey muy sorprendido-.
- No Majestad, si recordáis, vos me mandasteis llamar. ¿Acaso vuestro hijo no está cautivo en la ciudad prisión?
- Si, si lo está, y daría mi reino a cambio de su libertad -expreso el rey sin ser dueño de sí mismo-.
- Si es así, reveladme un secreto -dijo el misterioso caballero-.
- ¿Un secreto decir?, en mi reino no hay secretos -contestó turbado el rey-.
- Os equivocáis, pues todos cuantos son cautivos en ciudad prisión han vendido su corazón al jefe de los prisioneros.
- ¿Queréis decir con ello, que mi hijo es un servidor de la Luz sin Dueño?.
- Así es Majestad, y tan solo aquel que es dueño de la Luz podrá vencer al jefe de los prisioneros.
- ¿Y qué puedo hacer? -preguntó Azor entristecido-.
- Iré yo en su encuentro y lo someteré a la Justicia de los Tiempos. Pondré Luz en sus manos, y si sabe alumbrar con ella el camino extraño, volverá sano y salvo. Si no fuese así, quedará para siempre al servicio de Prisión su único dueño.
- ¿Acaso estoy soñando? -expresó con voz temblorosa el débil Azor-. ¿Es una alucinación, como decís que yo he solicitado vuestra presencia? -siguió argumentando el rey muy sorprendido-.
- No Majestad, si recordáis, vos me mandasteis llamar. ¿Acaso vuestro hijo no está cautivo en la ciudad prisión?
- Si, si lo está, y daría mi reino a cambio de su libertad -expreso el rey sin ser dueño de sí mismo-.
- Si es así, reveladme un secreto -dijo el misterioso caballero-.
- ¿Un secreto decir?, en mi reino no hay secretos -contestó turbado el rey-.
- Os equivocáis, pues todos cuantos son cautivos en ciudad prisión han vendido su corazón al jefe de los prisioneros.
- ¿Queréis decir con ello, que mi hijo es un servidor de la Luz sin Dueño?.
- Así es Majestad, y tan solo aquel que es dueño de la Luz podrá vencer al jefe de los prisioneros.
- ¿Y qué puedo hacer? -preguntó Azor entristecido-.
- Iré yo en su encuentro y lo someteré a la Justicia de los Tiempos. Pondré Luz en sus manos, y si sabe alumbrar con ella el camino extraño, volverá sano y salvo. Si no fuese así, quedará para siempre al servicio de Prisión su único dueño.
Cuenta la leyenda que aquel caballero consiguió
vencer al jefe de los prisioneros, y el rey Azor volvió a tener a su hijo junto
a él. Desde aquel día, el valiente caballero seria conocido como Mebael, el
Ángel Justiciero.
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