viernes, 30 de agosto de 2013

LOS SIETE ANGELES DEL AMOR

Solo  con  decir  la palabra Ángel  nuestra mente y corazón  irradia  una inmensa paz  y  el amor incondicional  renace nuevamente  en nuestras almas, el sendero de Dios esta acobijado  por los ángeles,  creación  de su amor  hacia nosotros, otra prueba del Padre hacia nosotros  sus hijos, para no estar solo nunca; siempre estaremos protegido  desde nuestro nacimiento con nuestro ángel de la guarda o custodio  que tiene una prisión de amor para con nosotros  ya que nunca  nos deja solo, y siempre esta presto para nuestro consuelo.
Un vasto  paraíso de seres amorosos , bondadosos,  con una misión  bien determinada  en esa perfecta  organización  angelical  que no dejan  ningún cabo suelto.  Hoy  les comentare sobre los siete ángeles del amor que son los que guían nuestras emociones y sentimientos  y también los suscitan.
Elemiah:  es el ángel del amor puro, que  nunca  agota  la fuente de este amor, promueve el amor incondicional  y no deja que nunca se marchite,  para el trato  de nuestros semejantes.
Mitzrael:   Es  el  ángel  de las relaciones pasionales  e inculca en el corazón  humano  el deseo  de un amor inolvidable,  si consigues ese amor  el deseo del corazón se cumplirán y  dependiendo de ti  será mágico y duradero.
Jeialel:  Es  el ángel de los esposos  tiene como misión reunir  a las almas  que se están buscando .
Raziel: El ángel  de los afectos , protege  y hace felices a las familias, eliminando desacuerdos, sobre todo los acuerdos económicos como herencias para que no halla  peleas y distanciamientos .
Nathaniel: Es  el ángel  de la amistad  y propicia relaciones profundas y duraderas, te avisa si puedes confiar de los amigos y te enseña que no hay que dar oportunidad a las habladurías  que afectan a la amistad.
Ananchel: Es  el ángel   del arte  y protege  a los artistas.
Shekinanh: Es  el ángel  del amor del alma, estimula constantemente el despertar  de la chispa divina  que duerme en nosotros, te indica  que las mas altas metas pueden alcanzarse y te revela si hay obstáculo  en el camino.
Como ves hay  cada ángel  para cualquiera situación que estés enfrentando ,  sin importar  su grado  de dificultad  solo tienes  que  pedirle  su ayuda  y el  abrirá  tu mente para que sea un receptor  que el  hará. llegar pronto,  te consola en silencio y siempre estará a tu espalda cuidándote  de todo mal y adversidad.
  Medita en un lugar tranquilo, limpio, armonioso,  y visualiza  dependiendo  de tu petición  ejemplo:
” Bien  Amado  Jeialel   te invoco  en este momento  para que me asistas  en  __________________________ (la situación que tengas con tu pareja),  nos encontramos como designio del Padre ayúdame  a  solventar este problema  si es para el bien de ambos  sin invadir su libre albedrio , si y solo si  el esta en línea de vida para mi, sino dame el consuelo para aceptar lo que sea por derecho de conciencia y por ley de justicia para nosotros. Gracias porque se que has iodo mi suplica y esperare  la respuesta en el momento perfecto, irrádiame con rayos cristalino de pureza  desde mi coronilla,  y se desplace  hasta mi corazón. “Coloca en tu momento de visualización  aroma, una velita  y  hazlo con fe y amor.
MONICA ZERPA.

domingo, 25 de agosto de 2013

9 REGLAS PARA SER FELIZ

1. Encuentra el término medio entre el trabajo y la diversión, entre seriedad y risa.
2. Cíñete a la verdad,  aunque te deje en mal lugar o te sientas incómodo.  Las mentiras son como fantasmas errantes.
3. Perdona a tus enemigos como parte del precio que pagas por el privilegio de ser perdonado.
4. Pasa  tiempo afuera. Camina. Toma mucho sol y aire puro. Deja de vez en cuando que te caiga algo de lluvia o nieve en el rostro y mánchate las manos de tierra.
5. Habla de tus problemas, errores y sueños con alguien de tu confianza.
6. No tengas en menos la capacidad de Dios para corregir una situación, aun en los casos en que tú no puedas hacerlo. Ten paciencia.
7. Discierne tus temores, aprende a distinguir entre los útiles y los destructivos.
8. Cuando no puedas dormir, di: “Tengo una oportunidad de pasar un rato a solas y pensar con originalidad o para la oración”
9. Enamórate de la vida, los niños, la gente mayor, el teatro, la música, los libros, las ciudades, las montañas, el mar…
La fórmula del fracaso: Tratar de complacer a todo el mundo.
En fracasado es alguien que vive sin aprender nada.

miércoles, 21 de agosto de 2013

APRENDE A SOLTAR

Imagina que estas frente a una gran escalera, esta junto a ti esa persona que es importante para ti (novio, esposo, amigo, etc.), y están fuertemente tomados de la mano.
Mientras están en el mismo nivel, todo está perfecto, es disfrutable. Pero de pronto, tu subes un escalón, pero esa persona no, esa persona prefiere mantenerse en el nivel inicial, ok no hay problema, es fácil aun así estar tomados de las manos.
Pero tu subes un escalón más, y esa persona se niega a hacerlo, ya las manos han empezado a estirarse y ya no es tan cómodo como al principio, subes un escalón más, y ya el tirón es fuerte, ya no es disfrutable y empiezas a sentir que te frena en tu avance, pero tú quieres que esa persona suba contigo para no perderla.
Desafortunadamente para esa persona no ha llegado el momento de subir de nivel, así que se mantiene en su posición inicial, subes un escalón más, y ya ahí si es muy difícil mantenerte unido, te duele, y mucho, luchas entre tu deseo de que esa persona suba, de no perderla, pero tu ya no puedes ni quieres bajar de nivel.
En un nuevo movimiento hacia arriba, viene lo inevitable, y se sueltan de las manos, puedes quedarte ahí y llorar y patalear tratando de convencerle de que te siga, que te acompañe, puedes incluso ir contra todo tu ser y tú mismo bajar de nivel con tal de no perderle, pero después de esa ruptura en el lazo, ya nada es igual, así que por más doloroso y difícil que sea, entiendes que no puedes hacer mas, más que seguir avanzando, y esperar que algún día, vuelvan a estar al mismo nivel.
Eso pasa cuando inicias tu camino de crecimiento interior, en ese proceso, en ese avance pierdes muchas cosas: pareja, amigos, trabajos, pertenencias, todo lo que ya no coincide con quien te estás convirtiendo ni puede estar en el nivel al que estas subiendo.
Puedes pelearte con la vida entera, pero el proceso así es. El crecimiento personal es eso, personal, individual, no en grupo, puede ser que después de un tiempo esa persona decida emprender su propio camino y te alcance o suba incluso mucho mas que tu, pero es importante que estás consciente de que no se puede forzar nada en esta vida.
Llega un momento, en tu escalera hacia convertirte en una mejor persona, en que puedes quedarte solo un tiempo, y duele, claro que duele, y mucho, pero luego, conforme vas avanzando, te vas encontrando en esos niveles con personas mucho más afines a ti, personas que gracias a su propio proceso, están en el mismo nivel que tu y que si tú sigues avanzando, ellos también.
En esos niveles de avance ya no hay dolor, ni apego, ni sufrimiento, hay amor, comprensión, respeto absoluto.
Así es nuestra vida amigos, una infinita escalera, donde estarás con las personas que estén en el mismo nivel que tu, y si alguien cambia, la estructura se acomoda. De hecho, cada personalidad, ocupa un distinto nivel que los demás, así cada partecita de la verdad, formará la verdad absoluta, de hecho ya es así. Así que sería egoísta, poner al mismo nivel a la eternidad.A mi me costó en lo particular mucho soltarme, aun después de una fuerte ruptura, seguía viendo para atrás, esperando un milagro, y el milagro apareció, pero no de la manera en que yo hubiera supuesto, apareció bajo otros nombres, otros cuerpos, otras actividades, perdí a una amiga, y gané a 20 mas, perdí un mal trabajo y ahora tengo un excelente trabajo y con oportunidades de tener más de lo que soñé alguna vez, perdí un auto que no me gustaba y ahora manejo el auto de mis sueños, perdí a un hombre al que creí amar, para darme cuenta que ahora lo que tengo en este momento de mi vida, ni siquiera podía soñarlo hace unos cuantos meses.Cada pérdida, cada cosa que sale, es porque así tiene que ser, déjales ir, y prepárate para todo lo bueno que viene a tu vida, tu sigue avanzando y confía, porque esta escalera es mágica y si no me crees, porque no lo compruebas por ti mismo?
Desconozco su autor.

sábado, 17 de agosto de 2013

LA BRUJULA INTERIOR

La brújula interior es un libro original, sorprendente y por encima de todo distinto: un nuevo paradigma para entendernos a nosotros mismos y a los demás. A través de una serie de cartas divertidas, apasionantes y lúcidas, se abre a los ojos del lector una nueva perspectiva para entender la vida, para desarrollar la creatividad, para comprender mejor lo que significa una existencia autónoma y feliz. Los términos "misión", "meta", "objetivos", "posicionamiento" forman parte del trabajo habitual de un ejecutivo o directivo. Pero curiosamente estas palabras rara vez son utilizadas para la definición de una misión en la propia vida, de un posicionamiento personal o de unos objetivos que lleven a la propia realización. La brújula interior nos invita a reflexionar sobre estos temas, y nos brinda las herramientas para hacerlo, y lo que es más importante, nos ofrece un método para que recobremos algo que nunca debimos haber perdido: ser los directores de nuestra propia vida.

lunes, 12 de agosto de 2013

DECIR ADIOS, ENFRENTANDO LA MUERTE

Enfrentar el evento de la muerte de un ser querido, aunque seamos personas muy espirituales suele ser complejo, doloroso y difícil.  Es quizás uno de los momentos que más cuesta superar.
Viví terriblemente  ese dolor desde el día en que mi papá partió de esta vida, su cuerpo ya estaba demasiado maltrecho a causa de una larga y triste enfermedad  que atravesó con una entereza increíble, dando todo el tiempo muestras de su enorme fe desde la sincera aceptación de su devastadora enfermedad, por momentos en vez de consolarle nosotros era él quien nos daba apoyo, fortaleza y conformidad. Arrastré ese dolor por años y mantuve un dilema enorme cuestionando a Dios porqué le toco sufrir esa cruel  enfermedad que le fue desgastando y destruyendo día a día. ¿Por qué tuvo que partir cuando aun le hubieran quedado bastantes anos de vida entre nosotros? Era inevitable confrontar a Dios,  me llenaba de coraje de rebeldía ante la realidad no asimilada de esa muerte. Era  una lucha interna sumamente difícil y conflictiva que me me hacia mucho daño a nivel espiritual a pesar de mis creencias religiosas y de mi espiritualidad. Llegó un momento en que fui necesitando buscar  paz y la encontré a través de la meditación y de la oración. Poco a poco la meditación cobró una importancia mayor en mi  rutina diaria.  La meditación empezó a darme experiencias profundas en que podía conectarme con el mundo espiritual  y recibir guías y ayudas no solo para mi sino para los seres especiales que conforman mi mundo mas personal. Un día a través de una profunda meditación en medio del silencio más absoluto, tuve  una experiencia transcendental que cambió mi vida totalmente, sentí la presencia de mi padre quien me dijo estas palabras: “Hija, Dios te bendice, yo estoy feliz, déjame proseguir y se tu también feliz” Su rostro estaba rodeado de una luz blanca resplandeciente sumamente brillante. Hoy siento que yo atraje esa experiencia espiritual, de hecho pedía en mis oraciones la forma de erradicar ese dolor que parecía superado pero que seguía vivo dentro de mi  haciendo mucho daño. A partir de ese encuentro con mi padre, comencé a sanar, encontré una auténtica y consistente paz y  confirmé cuan real y grandioso es ese Poder Superior Divino en el cumplimiento de nuestras intenciones si van acompañadas de una fe absoluta y de una verdadera fe. Es maravillosa y esperanzadora la forma en que hoy puedo entender y afrontar el tema de la partida de esta vida.  Pude dejar  ir a mi padre y aun así aunque parezca contradictorio es cuando más cerca le siento de mí,  sé que me cuida y me guía y esta ahí junto a mi ángel guardián, especialmente cuando tengo una preocupación o una decisión importante y necesito luz que alumbre el sendero. Él ahora vive felizmente en mi corazón. Por fin le dije adiós a mi padre, en el sentido humano, desde ese momento pude lograr una grandiosa sensación de liberación y a la misma vez adquirí una nueva concepción de la muerte . Aun mi madre está conmigo, pero sé que cuando le llegue el momento de emprender su viaje aunque  exista una natural tristeza por echarla de menos en el día a día, podré sin embargo afrontar el proceso desde otra perspectiva y estaré mejor preparada para dejarla partir serena y apaciblemente, a fin de cuentas es cuestión de tiempo, lo de ir al viaje hacia la otra dimensión pues tarde o temprano lo emprenderemos cuando nos llegue el momento. Namasté.

viernes, 9 de agosto de 2013

EL MEDIO A QUEDARSE A SOLAS CON UNO MISMO

Decía Pascal que detrás de todas nuestras ocupaciones, y detrás de nuestro infatigable quehacer diario, lo que se esconde es nuestro miedo a quedarnos a solas con nosotros mismos, con nuestra realidad personal, y a enfrentarnos con nuestros sentimientos más íntimos, pues en el fondo intuimos lo vacía que realmente está nuestra vida y por ello rechazamos toda posibilidad de reflexión sobre nosotros mismos, y sobre nuestras ambiciones y deseos.
La vida se nos escapa a cada momento.
¿O somos nosotros los que dejamos que se escape?
Demasiadas ocupaciones, ¿Verdad?
¿O sería más acertado decir “demasiadas distracciones tal vez, ¿Verdad?”?
Es curioso este modo habitual de actuar en el que no valoramos ni apreciamos la vida en todo su esplendor y grandeza, ni a nosotros mismos, porque tal vez el sentido último de la vida sea aprender a convivir con uno mismo, a admirarse dentro de sus limitaciones, a cuidarse, a llevar hasta el extremo el amor a los demás y, también, primordialmente, el amor propio…
Darnos cuenta de las cosas –que es el paso previo necesario para poder resolverlas después- requiere un tiempo de observación -sin autoengaños y sin juicios-, y la posterior aceptación de lo que se descubra en esa observación.
¡Pero resulta que no es de nuestro agrado mucho de lo que encontramos!
Y no es porque no haya algo agradable que encontrar –que siempre lo hay-, sino que constantemente ponemos a la vista, en primer plano y muy a mano, lo que no nos gusta de nosotros.
Sí, tan malvados somos.
Tan crueles y auto-destructivos.
Tan rematadamente injustos y rencorosos.
Tan incumplidores de ese mandamiento de amarse a uno mismo.
¡Cómo nos cuesta perdonarnos!
¡Y con qué facilidad somos injustos al seguir reprochándonos cosas del pasado con nuestra memoria de elefante!
Distingamos una cosa: no es lo mismo el miedo a la soledad que el miedo a quedarse a solas con uno mismo.
Los momentos de soledad son enriquecedores –e imprescindibles, opino yo-; es muy útil la soledad cuando uno trata de conectar con su propia esencia, con la auténtica naturaleza, ya que el personaje que estamos viviendo continuamente relega a la autenticidad que somos, y parece como si ésta se quedara rezagada, timorata, esperando que alguien le venga a rescatar.
En los momentos de soledad podemos llegar a sentirnos muy a gusto. Podemos estar oyendo música, leyendo un libro, viendo una película, aparentemente con la mente en blanco, descansando…
Todo puede llegar a ir bien… si no se entromete nuestra mente –que a veces parece nuestra enemiga-, que es capaz, si estamos viendo una película, de hacernos notar que el protagonista sí tiene la vida que nosotros jamás tendremos; o que el personaje del libro sí que sabe desenvolverse en la vida, y además ha encontrado el amor sincero en su vida; que la música sonaría mejor si tuviésemos a nuestro lado a…
Las comparaciones se presentan a menudo en nuestra mente, y eso es lo que nos desconcierta.
Y si sólo nos vamos a quedar con la parte negativa de las comparaciones –que es cuando nos quedamos en lo depresivo de que el otro es más o está mejor- y no potenciamos lo positivo –que si el otro lo ha conseguido yo también puedo esforzarme y conseguirlo- entonces no es de extrañar que por un mecanismo de autodefensa tratemos de evitar los momentos de quedarnos a solas con nosotros mismos para no meternos en un inventario personal que tiene muchos números rojos.
Compararse con los otros sólo es bueno si eso se convierte en una motivación que impulsa a mejorar, pero quedarse sólo en la desazón o la envidia por lo que el otro ha conseguido, se convierte en otra onerosa e incómoda carga con la que tenemos que seguir viviendo.
Por otra parte, tenemos la errónea tendencia a idealizar la vida de los otros que, sin duda, no es tan perfecta o idílica como aparenta o como imaginamos.
Y, sobre todo, que cada quien es cada quien. Y la vida se vive con las posibilidades personales, intelectuales, o sociales, que cada uno tiene en cada momento.
Evitarse continuamente a sí mismo, impedirse los momentos de estar a solas, o no propiciarlos, es una equivocación.
No tiene sentido tratar de estar evitándose continuamente.
Lo malo, y lo cierto, que tienen este tipo de huidas es que vayas donde vayas te encontrarás contigo mismo. Es así. Huir es inútil porque te sigues a todos lados
No hay escondrijo en el que ocultarse.
No hay posibilidad de negarse o de no reflejarse en el espejo.
Los pensamientos propios están con uno en todos los sitios, y los reproches, y los miedos… así como también están el amor, la posibilidad de aceptarse y de perdonar lo que hubiera pendiente, la opción de abrazarse, la reconciliación, la posibilidad del resto de la vida en armonía…
Quedarse a solas con uno mismo es un ejercicio de amor.
Es algo que debiera ser inaplazable y que, increíblemente, aplazamos.
Antes o después, y es mejor antes, ha de suceder la reconciliación incondicional con uno mismo; amarse a pesar de todos los pesares; comprenderse, aceptarse, acogerse en un abrazo con la promesa de que el resto de la vida será de otro modo más sereno y comprensivo.
Bastante tiene uno con ser como es, o como le ha tocado ser, como para encima tener que estar enfrentándose a sí mismo continuamente en un conflicto irreconciliable, y que acabe convirtiéndose en una relación tensa -en la que la mala cara sea lo que más destaque- lo que debiera ser un encuentro que cada vez provoque felicidad.
Es imprescindible la reconciliación. Hacer cuanto sea necesario para que estar a solas sea grato, sea un placer, sea algo que busquemos con la mayor asiduidad posible para disfrutarlo, y que no sea el momento que se aprovecha para auto-reprocharse, para echarse en cara asuntos atrasados, o para permanecer callado en una actitud intransigente y mostrando animadversión donde debiera haber júbilo.
Porque… ¿Para qué sirve seguir en esa baldía y desagradable actitud de auto-enfrentamiento?
¿Qué aporta que sea beneficioso o conveniente?
¿Hay algo más absurdo que la hostilidad contra la única persona que ha permanecido contigo en todo instante y te va a acompañar hasta el final, o sea, tú?
Y si eres una de esas personas… ¿No te da vergüenza?
Sería bueno exigirse cada día un momento de calma, y cumplirlo; un momento –todo lo amplio que sea posible- en el que uno sea el único protagonista; un momento para decir “Soy yo”, o “Estoy aquí”, o “Soy el principal motivo de mi vida”… cualquier cosa que a uno le sirva para reconectar con quien de verdad es.
Si uno insiste en eso, y lo hace sin prejuicios, con el corazón y los brazos abiertos, y con una sonrisa acogedora –que son condiciones indispensables-, será cada vez más gratificante y buscado el encuentro.
La soledad y estar a solas con uno mismo, desde ese prisma, serán bálsamos para el alma y un agradable destino en los que pasar un rato con el Yo –lejos del yo-, sintiendo la cercanía cada vez más próxima del Ser Completo.
Te dejo con tus reflexiones…
NI SIQUIERA TÚ TIENES DERECHO A JUZGARTE
Se dice que nunca somos el mismo.
Tal vez ya no eres la misma persona que empezó a leer este artículo.
Desde entonces, y aunque aparente ser imperceptible, puede que simplemente la lectura del título haya hecho que algo dentro de ti pida una explicación sobre lo que éste ofrece, o puede que algo dentro de ti haya dicho algo así como: “Ves, ya lo sabía yo. Me lo decía la intuición”. Con lo cual tu Autoestima habrá ganado puntos, tu intuición tendrá más confianza para seguir mostrándote cosas, y una sonrisa interna te acompañará por lo menos, durante el resto de la lectura. Ya no eres la misma persona.
Como tampoco eres la criatura que tu madre sostuvo en brazos, ni quien acudió a la escuela, o la que dio aquel primer beso, ni quien ayer se puso tu ropa.
Compartimos con todos los que anteriormente fueron “yo”, el nombre y los apellidos, los padres, y poco más.
No eres ninguno de ellos y, además, se supone –de momento y mientras no lo demuestres, sólo se supone- que algo habrás aprendido, que tal vez seas más sensato, tengas nuevas opiniones, y veas el mundo o la vida de un modo distinto a como lo has hecho en otras épocas de la vida.
Lo que creo que hacemos mal es juzgarnos desde nuestro hoy, al que hemos llegado a base de trompicones la mayoría de las veces, y que nos permitamos la desfachatez de juzgar a aquel que en cualquier momento del pasado, y con la mejor voluntad, o con la única opción que le quedó libre o fue capaz de encontrar, hizo lo que hizo.
Ni siquiera tú tienes derecho a juzgarte.
O cuanto menos, no tienes derecho a juzgarte con un aire de superioridad, con un poco de prepotencia desde una superioridad que no es tal, presenciando desde la experiencia de hoy la inexperiencia de antes.
Quien fuiste antes –hace años o hace unos minutos- se merece comprensión y consideración. Se merece respeto más que injusticia. Y tiene derecho más a un abrazo tolerante que a un desprecio inmerecido.
¡Qué se le va a hacer, si es así como se aprende!
A base de equivocaciones, a base de decisiones que no siempre son óptimas, poco a poco, y tropezando en la misma piedra.
Somos un niño pequeño que corretea por el mundo, pequeño e inseguro; que toma muchas decisiones porque no le queda otro remedio y más con buena voluntad que con sabiduría; que se ha hecho cargo de una vida y de un mundo que se le queda grande muchas veces…
¿Y qué?
¿Sólo tiene derechos a críticas y sentencias?
¿Nadie comprensivo que se ponga de su parte?
¿Nada que valorar o agradecer por no disponer de un pasado irreprochable?
¿Tanta injusticia para con uno mismo?
Ni siquiera tú tienes derecho a juzgarte.
Sólo tienes derecho a mirarte de un modo tolerante, a ser generosamente comprensivo, a darte abrazos, a agradecer a todos los “yoes” de tu pasado que han contribuido a llegar hasta el que eres hoy… y a seguir adelante.
Siempre adelante, y con la idea que debiera ser muy clara de que a partir de hoy –y aunque te creas que ya eres más listo- te vas a seguir equivocando, pero tienes el deseo y la voluntad de no encontrar en ti a un inquisidor en cada momento, sino la colaboración de quien seas en el futuro para comprender, sin censuras hirientes, y sin aires de agresiva superioridad, que eres una persona llena de amor que desea encontrarse consigo misma llena de amor.
Te dejo con tus reflexiones…
Decía Pascal que detrás de todas nuestras ocupaciones, y detrás de nuestro infatigable quehacer diario, lo que se esconde es nuestro miedo a quedarnos a solas con nosotros mismos, con nuestra realidad personal, y a enfrentarnos con nuestros sentimientos más íntimos, pues en el fondo intuimos lo vacía que realmente está nuestra vida y por ello rechazamos toda posibilidad de reflexión sobre nosotros mismos, y sobre nuestras ambiciones y deseos.
La vida se nos escapa a cada momento.
¿O somos nosotros los que dejamos que se escape?
Demasiadas ocupaciones, ¿Verdad?
¿O sería más acertado decir “demasiadas distracciones tal vez, ¿Verdad?”?
Es curioso este modo habitual de actuar en el que no valoramos ni apreciamos la vida en todo su esplendor y grandeza, ni a nosotros mismos, porque tal vez el sentido último de la vida sea aprender a convivir con uno mismo, a admirarse dentro de sus limitaciones, a cuidarse, a llevar hasta el extremo el amor a los demás y, también, primordialmente, el amor propio…
Darnos cuenta de las cosas –que es el paso previo necesario para poder resolverlas después- requiere un tiempo de observación -sin autoengaños y sin juicios-, y la posterior aceptación de lo que se descubra en esa observación.
¡Pero resulta que no es de nuestro agrado mucho de lo que encontramos!
Y no es porque no haya algo agradable que encontrar –que siempre lo hay-, sino que constantemente ponemos a la vista, en primer plano y muy a mano, lo que no nos gusta de nosotros.
Sí, tan malvados somos.
Tan crueles y auto-destructivos.
Tan rematadamente injustos y rencorosos.
Tan incumplidores de ese mandamiento de amarse a uno mismo.
¡Cómo nos cuesta perdonarnos!
¡Y con qué facilidad somos injustos al seguir reprochándonos cosas del pasado con nuestra memoria de elefante!
Distingamos una cosa: no es lo mismo el miedo a la soledad que el miedo a quedarse a solas con uno mismo.
Los momentos de soledad son enriquecedores –e imprescindibles, opino yo-; es muy útil la soledad cuando uno trata de conectar con su propia esencia, con la auténtica naturaleza, ya que el personaje que estamos viviendo continuamente relega a la autenticidad que somos, y parece como si ésta se quedara rezagada, timorata, esperando que alguien le venga a rescatar.
En los momentos de soledad podemos llegar a sentirnos muy a gusto. Podemos estar oyendo música, leyendo un libro, viendo una película, aparentemente con la mente en blanco, descansando…
Todo puede llegar a ir bien… si no se entromete nuestra mente –que a veces parece nuestra enemiga-, que es capaz, si estamos viendo una película, de hacernos notar que el protagonista sí tiene la vida que nosotros jamás tendremos; o que el personaje del libro sí que sabe desenvolverse en la vida, y además ha encontrado el amor sincero en su vida; que la música sonaría mejor si tuviésemos a nuestro lado a…
Las comparaciones se presentan a menudo en nuestra mente, y eso es lo que nos desconcierta.
Y si sólo nos vamos a quedar con la parte negativa de las comparaciones –que es cuando nos quedamos en lo depresivo de que el otro es más o está mejor- y no potenciamos lo positivo –que si el otro lo ha conseguido yo también puedo esforzarme y conseguirlo- entonces no es de extrañar que por un mecanismo de autodefensa tratemos de evitar los momentos de quedarnos a solas con nosotros mismos para no meternos en un inventario personal que tiene muchos números rojos.
Compararse con los otros sólo es bueno si eso se convierte en una motivación que impulsa a mejorar, pero quedarse sólo en la desazón o la envidia por lo que el otro ha conseguido, se convierte en otra onerosa e incómoda carga con la que tenemos que seguir viviendo.
Por otra parte, tenemos la errónea tendencia a idealizar la vida de los otros que, sin duda, no es tan perfecta o idílica como aparenta o como imaginamos.
Y, sobre todo, que cada quien es cada quien. Y la vida se vive con las posibilidades personales, intelectuales, o sociales, que cada uno tiene en cada momento.
Evitarse continuamente a sí mismo, impedirse los momentos de estar a solas, o no propiciarlos, es una equivocación.
No tiene sentido tratar de estar evitándose continuamente.
Lo malo, y lo cierto, que tienen este tipo de huidas es que vayas donde vayas te encontrarás contigo mismo. Es así. Huir es inútil porque te sigues a todos lados
No hay escondrijo en el que ocultarse.
No hay posibilidad de negarse o de no reflejarse en el espejo.
Los pensamientos propios están con uno en todos los sitios, y los reproches, y los miedos… así como también están el amor, la posibilidad de aceptarse y de perdonar lo que hubiera pendiente, la opción de abrazarse, la reconciliación, la posibilidad del resto de la vida en armonía…
Quedarse a solas con uno mismo es un ejercicio de amor.
Es algo que debiera ser inaplazable y que, increíblemente, aplazamos.
Antes o después, y es mejor antes, ha de suceder la reconciliación incondicional con uno mismo; amarse a pesar de todos los pesares; comprenderse, aceptarse, acogerse en un abrazo con la promesa de que el resto de la vida será de otro modo más sereno y comprensivo.
Bastante tiene uno con ser como es, o como le ha tocado ser, como para encima tener que estar enfrentándose a sí mismo continuamente en un conflicto irreconciliable, y que acabe convirtiéndose en una relación tensa -en la que la mala cara sea lo que más destaque- lo que debiera ser un encuentro que cada vez provoque felicidad.
Es imprescindible la reconciliación. Hacer cuanto sea necesario para que estar a solas sea grato, sea un placer, sea algo que busquemos con la mayor asiduidad posible para disfrutarlo, y que no sea el momento que se aprovecha para auto-reprocharse, para echarse en cara asuntos atrasados, o para permanecer callado en una actitud intransigente y mostrando animadversión donde debiera haber júbilo.
Porque… ¿Para qué sirve seguir en esa baldía y desagradable actitud de auto-enfrentamiento?
¿Qué aporta que sea beneficioso o conveniente?
¿Hay algo más absurdo que la hostilidad contra la única persona que ha permanecido contigo en todo instante y te va a acompañar hasta el final, o sea, tú?
Y si eres una de esas personas… ¿No te da vergüenza?
Sería bueno exigirse cada día un momento de calma, y cumplirlo; un momento –todo lo amplio que sea posible- en el que uno sea el único protagonista; un momento para decir “Soy yo”, o “Estoy aquí”, o “Soy el principal motivo de mi vida”… cualquier cosa que a uno le sirva para reconectar con quien de verdad es.
Si uno insiste en eso, y lo hace sin prejuicios, con el corazón y los brazos abiertos, y con una sonrisa acogedora –que son condiciones indispensables-, será cada vez más gratificante y buscado el encuentro.
La soledad y estar a solas con uno mismo, desde ese prisma, serán bálsamos para el alma y un agradable destino en los que pasar un rato con el Yo –lejos del yo-, sintiendo la cercanía cada vez más próxima del Ser Completo.
Te dejo con tus reflexiones…
NI SIQUIERA TÚ TIENES DERECHO A JUZGARTE
Se dice que nunca somos el mismo.
Tal vez ya no eres la misma persona que empezó a leer este artículo.
Desde entonces, y aunque aparente ser imperceptible, puede que simplemente la lectura del título haya hecho que algo dentro de ti pida una explicación sobre lo que éste ofrece, o puede que algo dentro de ti haya dicho algo así como: “Ves, ya lo sabía yo. Me lo decía la intuición”. Con lo cual tu Autoestima habrá ganado puntos, tu intuición tendrá más confianza para seguir mostrándote cosas, y una sonrisa interna te acompañará por lo menos, durante el resto de la lectura. Ya no eres la misma persona.
Como tampoco eres la criatura que tu madre sostuvo en brazos, ni quien acudió a la escuela, o la que dio aquel primer beso, ni quien ayer se puso tu ropa.
Compartimos con todos los que anteriormente fueron “yo”, el nombre y los apellidos, los padres, y poco más.
No eres ninguno de ellos y, además, se supone –de momento y mientras no lo demuestres, sólo se supone- que algo habrás aprendido, que tal vez seas más sensato, tengas nuevas opiniones, y veas el mundo o la vida de un modo distinto a como lo has hecho en otras épocas de la vida.
Lo que creo que hacemos mal es juzgarnos desde nuestro hoy, al que hemos llegado a base de trompicones la mayoría de las veces, y que nos permitamos la desfachatez de juzgar a aquel que en cualquier momento del pasado, y con la mejor voluntad, o con la única opción que le quedó libre o fue capaz de encontrar, hizo lo que hizo.
Ni siquiera tú tienes derecho a juzgarte.
O cuanto menos, no tienes derecho a juzgarte con un aire de superioridad, con un poco de prepotencia desde una superioridad que no es tal, presenciando desde la experiencia de hoy la inexperiencia de antes.
Quien fuiste antes –hace años o hace unos minutos- se merece comprensión y consideración. Se merece respeto más que injusticia. Y tiene derecho más a un abrazo tolerante que a un desprecio inmerecido.
¡Qué se le va a hacer, si es así como se aprende!
A base de equivocaciones, a base de decisiones que no siempre son óptimas, poco a poco, y tropezando en la misma piedra.
Somos un niño pequeño que corretea por el mundo, pequeño e inseguro; que toma muchas decisiones porque no le queda otro remedio y más con buena voluntad que con sabiduría; que se ha hecho cargo de una vida y de un mundo que se le queda grande muchas veces…
¿Y qué?
¿Sólo tiene derechos a críticas y sentencias?
¿Nadie comprensivo que se ponga de su parte?
¿Nada que valorar o agradecer por no disponer de un pasado irreprochable?
¿Tanta injusticia para con uno mismo?
Ni siquiera tú tienes derecho a juzgarte.
Sólo tienes derecho a mirarte de un modo tolerante, a ser generosamente comprensivo, a darte abrazos, a agradecer a todos los “yoes” de tu pasado que han contribuido a llegar hasta el que eres hoy… y a seguir adelante.
Siempre adelante, y con la idea que debiera ser muy clara de que a partir de hoy –y aunque te creas que ya eres más listo- te vas a seguir equivocando, pero tienes el deseo y la voluntad de no encontrar en ti a un inquisidor en cada momento, sino la colaboración de quien seas en el futuro para comprender, sin censuras hirientes, y sin aires de agresiva superioridad, que eres una persona llena de amor que desea encontrarse consigo misma llena de amor.
Te dejo con tus reflexiones…

lunes, 5 de agosto de 2013

ABUNDANCIA CONTRA ESCASES

Cuando utilizamos el término abundancia, lo primero que viene a nuestra mente la idea cantidad, de poseer mucho de alguna cosa… ojala en exceso.
Como contraparte surge la idea de escasez, que es lo contrario a la abundancia y que nos habla de carencias, de necesidad de una cosa.
Pero la abundancia y escasez son solo estados de conciencia, tú puedes vivir en plena abundancia siendo un vagabundo, así como la total escasez, viviendo en un palacio.
Bien lo decía el más grande de los grandes cuando nos recordó que las flores del jardín del rey Salomón no se preocupaban por como vestir y siempre lucen preciosas, así como los pájaros cantan felices sin preocuparse por el mañana.
El único momento que vives es el presente, porque el mañana es un sueño y el pasado un recuerdo. Si eres capaz de sostenerte en el presente tu vibración será más pura y estarás en capacidad de  sintonizar con las altas frecuencias Universales.
Cuando vives añorando el pasado tus vibraciones de presente-pasado se entrecruzan y es imposible que el Universo capte los mensajes que emites, pierdes la conexión. Lo mismo si vives preocupado por el mañana, tus vibraciones presente-futuro no pueden entonarse con la vibración Universal y quedas desprovisto de esas energías que son las que llenarán tu copa de necesidades.
Podemos empezar a vivir abundantemente reconociendo que lo tenemos todo: ¿tienes hoy para comer? ¿estás en buena salud? ¿tienes para vestirte? ¿mantienes tu corazón lleno de amor? ¿tienes lo necesario para trasladarte de un lugar a otro? Tienes donde dormir? Si respondes a todas que si, eres una persona abundante y empieza a agradecer al Universo por ello… El Universo es muy justo y si te percibe como alguien que vibra en gratitud te concederá más y más cada día y así ni cuenta te darás cuando estés rodeado de todo lo que anhelas.
Por el contrario, cuando alguien vibra en escasez y constantemente se queja de que no tiene, el Universo le enviará más de eso que cree tener y a eso llamamos “Ley de Atracción”, atraemos solo aquello que vibra en tonos similares. Es como cuando sintonizas la radio, tienes que buscar en que frecuencia transmite esa radio que quieres oír ya que hay muchas, todas transmitiendo en distintas frecuencias y debes ajustarte a la que buscas para escuchar lo que esperas. Si esperas que el Universo te envíe prosperidad, alegría y cosas buenas, debes ajustar tu vibración a esa frecuencia…
Por eso es importante transformar las creencia que tenemos arraigadas en nuestro inconsciente. Deja de considerarte pobre, enfermo o poco inteligente y empieza a emitir ondas de alegría, de plenitud, de confianza, de felicidad, de belleza, de abundancia… Debes creer y sobre todo sentir que eres poseedor de todo cuanto anhelas. De ahora en adelante no vibrarás en carencia ni necesidad porque tú lo tienes todo, tú posees todo, tú eres abundancia
¡Felicidades!
Me® Vivar