Atributo: Dios padre que
socorre.
Planeta:
Sol.
Coro
Angélico: Principados.
Sefiráh:
Tiferet.
Horario
de regencia: de 15:40 a 16 horas.
Se
lo invoca para:
·
Tener
paz y armonía en la pareja.
·
Tener
amistad y fidelidad conyugal.
·
Invocar
el socorro de Dios.
·
Abrir
la percepción.
Los
nacidos bajo su regencia:
Quien
hace bajo esta regencia es: pacífico, cariñoso, amará profundamente a todos y
cuidará la preservación del bien de la comunidad. Será un gran organizador de
acuerdos sociales y políticos, promoviendo reconciliaciones e intermediario en
negociaciones. Intelectualmente defenderá a los derechos de la mujer en la
sociedad y colaborará con ideas comunitarias de salud, sobre todo el bienestar
de los niños. Estudiará las relaciones matrimoniales a través de la filosofía,
religión, sociología o psicología. Consolidará con palabras de confianza
optimismo las relaciones de amigos y parientes. Su familia será colaboradora de
proyectos y podrá tener una familia con muchos hijos. Paternalmente es exigente
en cuestiones de estudio, pero a su vez es accesible, franco, fuerte y su
misión terrena es el humanitarismo.
Cita
bíblica:
El Señor ha
hecho gala de su *triunfo;
ha mostrado su justicia a las naciones.
ha mostrado su justicia a las naciones.
Salmo 98:2
MIHAEL:
‘EL MENSAJERO DE LA PAZ’
Cuenta
la Leyenda Secreta de los Tiempos, que hace ya muchos, muchos años, existió un
rey llamado Tiphereth. Era justo y piadoso, y amaba tanto a su pueblo que antes
de abandonar el mundo material y partir a la región celestial, pidió al Gran
Arcano que le convirtiese en Sol, pues de este modo podría seguir guiándoles y
protegiéndoles de las fuerzas de la oscuridad.
El
Gran Arcano conociendo los trabajos realizados por el rey quiso complacerle en
su petición y desde el día en que su espíritu decidió retornar a su verdadero
hogar, dejo de ser hombre y se convirtió en Sol.
A
partir de aquel momento la oscuridad ya no existió. Tiphereth se sentía gozoso
por poder alumbrar el camino a cuantos emprendían la marcha, y por poder
vitalizar la tierra llamada a dar cosechas.
Era
tanta la felicidad que sentían todos, que muchos abandonaron sus trabajos para
dedicarse a disfrutar de la luz solar.
El
tiempo paso y pronto comenzó a escasear los alimentos, pues nadie trabajaba la
tierra, tan solo gozaban de los placeres que esta aportaba.
Aquella
situación se agravaba cada día y los sabios del reino comprendieron que debían
hacer algo para evitarlo.
Con
ese propósito se reunieron los doce consejeros y tras mucho discutir llegaron a
la conclusión de que no debían mantener la luz permanentemente, al menos hasta
que su pueblo estuviera preparado para ello. Y así se lo comunicarían a Tiphereth.
-Magno
Tiphereth, estamos agradecidos por tu constante voluntad de guiarnos, pero el
pueblo se ha vuelto sumiso, son como marionetas y han dejado de crear. La vida
se está estancando. Es por ello que te pedimos nos ayudes a encontrar una
solución- le dijo el mensajero de los sabios -.
-He
visto lo que decís y estáis en lo cierto. Además estoy muy solo y siento
necesidad de conocer otras tierras. Sin embargo, si me marcho quedareis de
nuevo sumidos en la oscuridad -expreso entristecido Tiphereth -. Pero de
repente su rostro se ilumino.
-¡Ya
tengo la respuesta! -exclamo entusiasmado-. Me desposaré. Eso es. Debéis buscad
una princesa de noble estirpe y traedla ante mí.
Y
siguiendo las instrucciones de Tiphereth, los sabios buscaron a la princesa que
debía unirse al rey. Para que aceptase tal propósito, Sol ofreció a la princesa
el poder de la noche y ella acepto.
La
boda se celebró sin demora y en ella estuvieron presentes los grandes Príncipes
del Cosmos. Allí estaba Hochmah, el Gran Sabio; Binah, el Instructor; Hesed, el
Poderoso; Gueburah, el Justiciero; la bella Netzah y el inteligente Hod.
El
banquete fue selecto y durante muchos eones de tiempo se hablaría de él.
Tiphereth
y Yesod, el rey Sol y la reina Luna vivieron felices los primeros años, pero la
reina comenzó a cansarse de que su esposo fuese siempre venerado y agasajado y
ella siempre criticada y despreciada. Por ese motivo, exigió a su esposo que
debía cederle parte de su luz. Tiphereth se negó, no estaba dispuesto a
hacerlo, aquello seria humillante.
Pero
su negativa vino a empeorar la situación y Yesod indignada le abandono.
El
reino entro de nuevo en el caos, pero a Tiphereth aquello no le importaba.
Viendo
el Gran Arcano que el orgullo de Tiphereth estaba poniendo en peligro uno de
sus reinos más querido, ordeno a Mihael, el mensajero de la paz y la armonía
que entregase al Sol uno de los anillos de Binah para que lo llevase siempre.
Así
lo hizo Mihael, y cuando Tiphereth se colocó el anillo, parte de su luz se incorporó
al cuerpo oscuro de Yesod.
Desde
aquel día, la reina visitaba la morada de su esposo una vez cada 28 días, y en
ese día se fundía en sus brazos donde se investía de ropajes de luz, los cuales
luciría con especial hermosura los restantes 27 días.
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