A pesar de los errores que cometemos
los seres humanos, Dios nos sigue considerando como libres de culpa. Ante sus
ojos, somos sus más hermosas creaciones, sus hijos amados; de igual manera nos
toman los ángeles. Estos seres de puro amor incondicional, creados también por
nuestro Padre, nos asisten por encima de nuestras equivocaciones. No nos juzgan
ni dejan de estar a nuestro lado si fallamos. Ellos saben reconocer la luz
divina en nuestro interior.
Dentro del ranking de los sentimientos
más torturadores que existen, en los primeros lugares figura la culpa. Parece
que nos es más fácil perdonar al otro que a nosotros mismos. Nos convertimos en
jueces intransigentes y nos aferramos a los comportamientos que aparentemente
nos condujeron a equivocarnos en el pasado, negando el hecho de que actuamos
con el nivel de conciencia que en esa época teníamos.
La culpa aparece como resultado de la
creencia de que debemos ser perfectos. Dios nos creó libres y al ser libres no
siempre acertamos en nuestras decisiones. Equivocarse también es parte de la
perfección y del aprendizaje; los errores también nos ayudan a crecer. De
hecho, solo se equivoca quien no hace nada. Definitivamente, la vida es tan
buena maestra que nos ofrece lecciones todo el tiempo, que sean correctas o
erradas depende de cómo las percibamos e interpretemos.
No seas tan duro contigo. ¿Quién no ha
fallado? Los desaciertos son oportunidades de cambio; de modo que no sigas
mortificado y enfadado contigo mismo. Continuar reprochándote tus faltas es
como ingerir diariamente pequeñas dosis de veneno y te hace mucho daño. Cuando
te tachas de ineficiente con afirmaciones del tipo: “qué bobo fui”, “cómo fui a
caer en lo mismo”, “no soy nadie”, “no sirvo para nada” y otras similares te
restas valor y disminuyes tu frecuencia vibratoria opacando tu luz.
No es justificarnos ni ignorar el
daño. Una cosa es sentirse culpable, quedarse ahí sin hacer nada, esperando
castigo y otra bien distinta es perdonarse uno mismo, ofrecer perdón y
enmendar. Así que asume la
responsabilidad de tus actos. Dios no es un Padre castigador, ¿para qué te hostigas tú mismo? Al reconocer
y perdonar nuestras fallas, comprendemos también las de los demás, nos
mostramos más compasivos y avanzamos en nuestro camino.
La culpa puede afectar desde tu
autoestima, autoconfianza, tu merecimiento (al creer que no eres digno de todo
lo bueno de Dios por tus “malas” acciones”) hasta tu salud ya que es socia y
busca al castigo. Me dijo un maestro muy sabio, hace muchos años, que cuando
frecuentemente nos hacemos heridas, golpes o lesiones no son más que una
manifestación de enojo contra uno mismo por considerarnos culpables y una forma
de atacarnos y castigarnos. ¿Habías pensando en esto alguna vez? Obviamente, es
algo para analizar a profundidad teniendo en cuenta el órgano afectado.
El mensaje de tus ángeles hoy es que
no hay nada que hayas pensado, dicho o hecho que haya disminuido su amor hacia
ti. Nunca te sentencian ni te abandonas, así tu cometas errores. Simplemente
son tus mensajeros Divinos. Y te recuerdan que están aquí para apoyarte en tu
crecimiento espiritual. No desperdicies el chance que hoy te ofrece la vida de
terminar tu suplicio por lo que hiciste o dejaste de hacer. Permite que tus
ángeles de la guarda te liberen del peso de la vergüenza y el remordimiento.
Invoca además a Aladiah (ángel especialista en este tema) y a los Arcángeles
Miguel y Zadquiel.
Cuando lo dispongas, busca un lugar
tranquilo e invoca su asistencia. Trae a tu mente la situación malsana de
reproche a la que quieres renunciar. Expresa tu intención en voz alta: “Me
perdono por haber elegido la voz del ego. Señor, llévame de nuevo a encontrar
tu paz. Alivia mi corazón del sufrimiento por antiguas culpas. Ofrezco mi
perdón por todos los efectos que hayan causado mis actuaciones hasta el día de
hoy. No fue mi propósito ocasionar daño”.
Decreta que el amor de Dios y de los
ángeles te libera del engaño y el espejismo de la culpa y pide que ajusten tus
creencias al respecto para elevar tu nivel de conciencia y sanar
contundentemente. De seguro tu voluntad fue buena. Prácticamente nadie actúa
creyendo que está tomando la peor decisión. Nuestras acciones están marcadas
por el conocimiento que tenemos en el momento de ejecutarlas.
Te sugiero además que revalúes tu
escala de valores, lo que está bien para ti y lo que no lo está también. Cada
día somos diferentes al anterior, más maduros, más flexibles. Revisa que no
estés cayendo en los mismos patrones rígidos de antes. Ten cuidado también con dejarte manipular
para no sentirte culpable. “Si tú me amaras de verdad no irías a verte con tus
amigos y te quedarías conmigo”, “Si realmente te importara no harías esto…o
aquello”. No tienes que decir a todo que “si”, cuando lo que deseas expresar es
un “no”. Tampoco tienes que sentirte mal por no cumplir con las expectativas de
alguien. Tú ocúpate de ti y hazte cargo de lo que te corresponde, no andes con
la mochila de los demás.
Otro matiz de la culpa que no he
tocado aún pero en el que igualmente no hay que caer es en la artimaña de
encasillar al otro como el culpable. Terminando de escribir ésta reflexión me
llegó a la mente el video de una de las últimas canciones de Ricardo Arjona
(Fuiste tú), como un ejemplo de cómo pasarse la pelota de la culpa del uno al otro
tampoco soluciona nada. Confiérele a tu hermano el beneficio de la inocencia.
No eclipses tu vida, no te prives de
la alegría de tu hoy. Corta con el lazo de la culpa, renuncia a su tormento, no
hay falla en ti. Decídete y hoy mismo exige tu libertad.
Elijo amarme y aceptarme tal y como
soy, con mis virtudes y mis fallas y te invito a que tu también recuperes tu
poder aceptándote, perdonándote y amándote incondicionalmente.
Bendiciones de amor y luz.
Martha Muñoz Losada.
Terapeuta en Sanación y Canalización
con Arcángeles – Profesional en Reiki Unitario
www.facebook.com/leccionesconangeles
www.marthamunozlosada.com
Twitter: @MarthaMunozL
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