Atributo: Dios que da vida.
Planeta: Venus.
Coro Angélico: Virtudes.
Sefiráh: Netzaj.
Horario de regencia: de 21 a 21:20 horas.
Se lo invoca para:
Reconfortarnos ante adversidades.
Tener inspiración para obras
literarias.
Protección de un comercio.
Protegernos contra accidentes de
tránsito.
Los nacidos bajo su regencia:
Se destacará sobre todo por la fuerza
de voluntad para aprender. Es tolerante y generoso, comprenderá a todos y
buscará el lado positivo de las cosas, como también entenderá sus defectos.
Siempre se quedará generalmente con la mejor parte de cualquier cosa, siempre y
cuando los demás involucrados queden bien. Es maduro, tiene intelecto luminoso
y podría tener un cuerpo perfecto. Está pleno de vitalidad y sabe balancear la
razón con la pasión. Adora amar y ser amado teniendo necesidad a veces de
poseer y dar afecto. Protege siempre a la familia con su enorme fuerza y podría
parecer un poco ingenuo el considerar a todos como amigos. Le cuesta percibir
la traición. Se enoja con facilidad cuando se le trata de una forma injusta y
será siempre el centro de las atenciones por su espléndida forma de decir.
Puede hacer viajes, reuniones o fiestas constantemente. Considera siempre que
todo está a su favor aun cuando está en dificultades. En su vida generalmente
no hay lugar para creencias en supersticiones o en fuerzas del destino.
Cita bíblica:
Pero el Señor cuida de los que le
temen, de los que esperan en su gran amor;
Salmo 33:18
MEHIEL: ‘EL JOVEN ESCRITOR’
Desde hacía ya bastante tiempo, la
vida para Mehiel se había convertido en aburrida, monótona. Jamás ocurría algo
que le diese un poco de sentido.
Su única distracción había sido
siempre escribir, pero aquella apatía había dejado estéril su imaginación y la
fuente de inspiración parecía haberse agotado.
Pero aquella pobre situación no iba a
durar siempre, y así se lo parecía a nuestro protagonista cuando de repente
aquel ciclón humano entro en su habitación.
- Hermano, hermano, mira lo que te
traigo -grito jadeante y sin aliento la impetuosa joven -.
Era la hermana menor de Mehiel la que
acababa de causar aquel atropello. En sus manos mostraba un trozo de papel que
debía ser muy importante, pues el rostro del joven escritor se ilumino de un
modo extraño. Tomo la nota y la beso repetidamente.
- Es mi oportunidad. ¡Ja, ja, ja…!
-reía alocadamente -. Ahora tengo un motivo para volver a escribir. Voy a ganar
ese premio y seré un hombre celebre. Todos oirán hablar de mí.
Con esa ilusión se entregó en manos de
la inspiración. Debía encontrar un buen guion y les daría vida a los
personajes. Juntos lograrían un excelente trabajo. Si, estaba convencido de su
talento. Ya lo había demostrado.
Sin embargo, fueron pasando los días y
el joven escritor tan solo había logrado llenar la papelera de hojas.
Sin duda la inspiración le había
abandonado. Había dejado pasar el tiempo sin hacer uso de ella, y debió
cansarse de esperar. Pero ese no era el motivo, y Mehiel que en un principio lo
único que deseaba era ser famoso, fue cambiando su actitud. Ya no le importaba
la celebridad, debía escribir para instruir a los demás sobre las verdades que
custodiaba.
Y aquel cambio obro milagros. De nuevo
sintió ese cosquilleo tan particular que le anunciaba que debía tomar
rápidamente papel y lápiz, pues el manantial de la inspiración fluía de nuevo y
vivificaba su mente con imágenes que debía ir transcribiendo.
- Erase una vez en los confines del
Tiempo, cuando la humanidad vivía libre y feliz en un hermoso reino, que una
terrible bestia emergió de la oscuridad y busco al hombre para saciar su feroz
apetito.
Aquel dragón contaba con siete cabezas
y diez cuernos, y pronto sembró el pánico en el paraíso. Pero cuenta la leyenda
que entre los hombres había uno muy sabio al que todos amaban por su valor y
bondad. Aquel valiente guerrero armado con una espada forjada en las fraguas de
Ketber y templada en las aguas de Hochmah, hizo frente a la bestia a la que
venció tras una sangrienta batalla en la que consiguió cortarle las siete
cabezas, apoderándose de sus diez cuernos.
Desde aquel día la humanidad conoció
de nuevo la felicidad, y el bravo guerrero coloco cada cabeza en las siete
Montañas Sagradas, y con los diez cuernos edifico los pilares de un Gran
Templo.
Todos respetaron aquella nación, la
cual reino sobre todas las naciones con sabiduría y valor.
Mehiel había terminado de escribir y
se sentía como ese héroe guerrero que acababa de vencer a la bestia. ¿Qué bien
se lo pasaba escribiendo?
Al día siguiente, el joven escritor
presento su obra. Ya no le interesaba ganar el premio, pero si deseaba que los
demás pudieran leerlo.
Cosa que lograría sin duda, ya que el
cuento fue elegido entre todos los demás y publicado. Muchos niños conocerán
como el valor y el amor se convierte en una invencible espada con la que se
puede vencer cualquier mal, y especialmente el furor del dragón.
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