Atributo: Dios conocedor de todas las
cosas.
Planeta:
Venus.
Coro
Angélico: Virtudes.
Sefiráh:
Netzaj.
Horario
de regencia: de 19:20 a 19:40 horas.
Se lo invoca para:
·
Atraer la fecundidad a las cosas
estériles.
·
Encontrar objetos de valor perdidos.
·
Ayudarnos al pago de cuentas
atrasadas.
·
Que los hijos sean amables y
obedientes con sus padres.
·
Curar problemas en órganos
reproductivos, principalmente en los femeninos.
·
Favorecer a corredores de valores,
agentes de cambio o bolsa.
·
Proteger a las personas que trabajan
en organismos públicos, archivos, bibliotecas.
·
Proteger a los que posean cualquier
tipo de colección de cosas raras y preciosas.
Los nacidos bajo su
regencia:
Quien
nace bajo su influencia será ávido de conocimiento, buscando instruirse en
todas las ciencias. Será poseedor de una enorme carisma y se distinguirá por su
virtudes, nobleza de espíritu, amor agradable y valentía o coraje. Su
espiritualidad será tan rica que recibirá sus enseñanzas con paciencia y
dedicación. Podrá ser un canal para curación. Podrá hacer pinturas canalizadas,
trabajar con oráculos y a edad madura, en forma inesperada, ganará dinero para
utilizarlo en gran parte en el cumplimiento de su misión en la existencia
terrena. Tendrá buen relacionamiento familiar viviendo en armonía con los
hijos. Tiene un gran deseo de vivir y adora explorar lo desconocido. Es un gran
estratega de la vida y estará siempre dispuesto a regenerar a las personas
marginales de la sociedad.
Cita bíblica:
Desde la
salida del sol hasta su ocaso,
sea alabado el nombre del Señor.
sea alabado el nombre del Señor.
Salmo
113:3
HARAHEL: ‘LOS
CUATRO RIOS’
Algo
extraño, muy extraño estaba sucediendo en la fértil comarca de Merjup.
Los
cuatro ríos que bañaban sus tierras se habían secado. La espesa vegetación que
cubrían sus campos estaba muriendo. Los animales huían despavoridos intuyendo
que un terrible mal estaba asolando aquel territorio, y las mujeres que
habitaban aquella región no podían tener hijos.
Lo
que un día fue un reino rico y fértil, se había convertido en pobre y estéril.
Pero, ¿qué estaba sucediendo? ¿Acaso era una terrible plaga con la que el
Creador les estaba castigando?
Aquellas
y otras muchas, eran las reflexiones que se hacían los sabios del reino. Su rey
el admirable Hod, que siempre había sabido guiar sabiamente a su pueblo, ahora
se encontraba desorientado y muy contrariado.
Viendo
que aquella situación se hacía cada vez más insostenible, el rey reunió a sus
doce consejeros, pues tenía una proposición que hacerles.
-
Queridos amigos y sabios consejeros. He meditado mucho la situación y al igual
que a vosotros, las horas de sueño han desaparecido. No tengo una solución, no
tengo una respuesta, lo único que me queda es el valor. Es por ello que mañana
al alba, partiré en busca de soluciones y de respuestas.
Las
palabras del rey fueron escuchadas como siempre con un profundo respeto, pero
su mensaje había despertado un expresivo revuelo que les llevo a replicar:
-
No Majestad, no podemos permitir que afrontéis esa empresa. Cualquiera de
nosotros está dispuesto a…
No
pudo terminar de hablar, cuando una voz interrumpió su discurso.
-Yo
lo haré. Yo partiré mañana al alba y conseguiré encontrar la solución, la
respuesta.
Se
trataba de Harahel, el joven hijo de Hod. Era muy admirado por todos y de los
siete hermanos era el más inteligente. Hod miro a los ojos de su hijo y vio en
ellos esa pertinaz expresión que tan bien conocía. Sabia que nadie lograría
convencerle para que no emprendiera aquella aventura, y por ello, le dijo:
-
Esta bien hijo, partirás al alba y encontraras la respuesta.
Con
ese propósito partió el inteligente joven. Dirigió su montura hacia el Norte
donde las tierras de Fuego de Kether le aguardaban. En ellas, se apodero de la
Piedra Ardiente y la guardo en su alforja.
Más
tarde se dirigió a las tierras Acuosas de Hochmah, y de ellas tomo en un
recipiente un poco de aquellas aguas fecundadoras.
Siguió
su camino y llego a las tierras Etéreas de Binah, donde forjo una espada con un
metal invencible, y por último, dirigió su cabalgadura basta las ricas tierras
de Hesed donde crecía el fruto de la fertilidad.
Largo fue el camino recorrido por Harahel,
pero al final tenía en sus manos el Poder que iba a salvar a su pueblo.
Tan
solo quedaba encontrar el nacimiento de los cuatro ríos cuyas aguas regaban sus
tierras.
Tras
muchos esfuerzos, lo encontró, y vio como una pesada piedra impedía emanar sus
aguas. Tomando la piedra de Fuego froto con ella la espada y de ella emano un
extraño poder. La elevo al cielo y la dejó caer sobre la piedra. Esta se quebró
por la mitad y de nuevo el agua comenzó a fluir. Pero había estado tanto tiempo
estancada que era impura.
Harahel
tomo el recipiente de agua fecundadora y la mezclo con el fruto de la
fertilidad. Aquel fruto tomo el poder de purificar y al contacto con el agua
putrefacta la transformo dejando de ser impura.
Así
fue, como Harahel devolvió a la comarca de Merjup su respuesta. Desde aquel día
los cuatro ríos no dejaron de emanar y la vida se multiplicaría por los siglos
de los siglos.
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