Por Jossie del Valle Conty
Vivimos en un mundo tan alarmantemente
materialista que las Navidades para muchos más que época de reflexión, de
despertar a la espiritualidad, es una vorágine de compras, de fiestas, una lista larga de regalos, muchos
gastos y enorme tensión entre la lista de las personas a quienes se les
comprara un regalo, las tiendas
repletasen un gentío abrumador gastos y estrés, ¿preguntémonos en que se ha
convertido la Navidad? Confuso, agobiante y tedioso ese panorama de Navidad,
tan distante y ajeno a lo que en verdad significa este tiempo desde la
perspectiva Cristiana auténtica.
Cada vez que pienso en el Niño de
Belén, como fue su nacimiento, en todo
lo que aconteció esa noche del 24 de
diciembre y su significado y trascendencia para el mundo
entero, más contradictoria y sin sentido me parece la actual Navidad, la de los países donde todo sobra, donde la
abundancia se entrelaza con un enfoque
que nada tiene que ver auténtico sentido
de la Navidad.
El nacimiento de Jesús marcó un
antes y un después en la historia de la
humanidad, siendo, lo fundamental, la lección magistral de amor incondicional
que nos dejó como el más grande legado y a
su vez la esencia misma de evolución espiritual en su
estado más puro y elevado: JESUS, LA LUZ DEL MUNDO.
Sería maravilloso que despertáramos de
este caos de compras, de excesos y
gastos desproporcionados y nos centráramos en buscar un sentido diferente mucho
más profundo y coherente a lo que debiera ser este tiempo de Navidad y sobre
todo nos diéramos un regalo especial a nosotros mismos: comenzar a despertar
una conciencia de desapego, de ir desprendiéndonos de ese mundo de apariencias,
de tanto materialismo y de pensar tanto en nosotros mismos, ir
soltando el ego y buscar otras Fuentes más elevadas de encontrar felicidad,
como puede ser ayudar a otros, dar compañía a quien está en soledad, visitar
enfermos, ayudar a quien está en medio de una crisis existencial propia de
estos tiempos modernos repleto de problemas y estrés.
Dando es que se reciben las mayores
alegrías y las más copiosas bendiciones, cuanto más nos desapeguemos de ese ego
que solo frena nuestro crecimiento
espiritual la espiritualidad , mejor y más
Hermosa será nuestra vida pero sobre
todo, nos habremos dado el mayor regalo de Navidad.
Namasté.
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