Nombre: Pahaliah, “Dios Redentor”.
Coro:
Tronos, Ángeles al servicio de Binah-Ley.
Lo
que otorga:
·
Descubrimiento de las leyes divinas
que rigen el mundo.
·
Guardar castidad.
·
Despertar de una vocación religiosa.
·
Argumentos para convencer a los
incrédulos.
·
Protección contra las tendencias al
libertinaje y al error.
Lección:
Control de las emociones y deseos.
Planeta:
Urano.
Sefiráh:
Jojmá.
Horario
de regencia: de 6:20 a 6:40 horas.
Se
lo invoca para:
·
Otorgarnos revelaciones de la verdad
y sabiduría.
·
Ayudarnos a encontrar la vocación
correcta.
Cita
bíblica:
Entonces
clamé al Señor:
«¡Te ruego, Señor, que me salves la vida!»
«¡Te ruego, Señor, que me salves la vida!»
Salmo
116:4
Los
nacidos bajo su regencia:
Desarrolla
desde joven una fuerte personalidad. Es un auténtico justiciero luchando por
los grandes ideales. Es un gran optimista, maestro en el arte de discernir y le
gusta vivir en paz con todos. Traza para esta vida experiencias que ya tuvo en
otra, principalmente las ligadas a la familia y a los hijos. No sabe vivir
sólo, necesita para ser feliz un compañero fiel. Aparenta generalmente menos
edad de la que tiene y tiene apariencia también de tener mucho dinero, a pesar
de que muchas veces no tiene casi nada. Su Ángel lo influencia de un modo
enérgico, cuando se acomoda a alguna situación. El trabajo en comunión con los
ángeles lo ayudará materialmente. Estudiará la Cábala iniciática y comprenderá
que el mundo invisible puede hacer armónico al mundo visible. Será un
intelectual estudioso de varios temas en todas las áreas.
PAHALIAH: “PAGANDO
ERRORES”
Todos
en la escuela le temían, y si tenía amigos era porque nadie se atrevía a
contrariarle. Lo que él decía debía hacerse y si alguien no estaba de acuerdo que
se preparase para vérselas con él.
Ya
comprenderéis que Pahaliah “el temido”, como muchos le llamaban, no tenía en
verdad ni un amigo, pues estos se veían obligados a serlo sino querían ser
víctimas de su rabia.
Cuando
deseaba algo lo cogía, sin importarle lo más mínimo quien fuese su dueño. Y si
alguno se le ocurría traicionarlo, ese recibiría un duro castigo.
Pahaliah
parecía no tenerle temor a nada ni a nadie, su indiferencia por el peligro era
asombrosa y disfrutaba haciendo sufrir a los demás.
La
vida no le había tratado muy bien. La agresividad con la que se había
alimentado durante su infancia, se le estaba transmitiendo ahora, pues le hacía
sentirse importante.
Pero
tanto va el cántaro a la fuente hasta que se rompe, y un buen día, todos
empezaron a echarle de menos. Durante toda la semana no había ido a la escuela
y nadie lo había visto rondando el barrio.
Pahaliah
se encontraba enfermo, gravemente enfermo. Un misterioso mal se apodero de él,
y a pesar de que los médicos estudiaron su caso, no consiguieron diagnosticar
su enfermedad y cada vez le consumía más.
El
temido Pahaliah yacía ahora débil y frágil, apenas si podía mantener abierto
los ojos. A pesar de que no se lo merecía, sus compañeros no faltaron ni un
solo día ayudando a sus padres a cuidarle.
Cada
día que pasaba las esperanzas se reducían, ya casi no comía y la respiración se
hacía cada vez más difícil.
Pahaliah
se encontraba en el umbral de la muerte física, y seria en esta puerta del más
allá, donde recibió una visita inesperada.
-Pahaliah,
Pahaliah, despierta -exclamó una voz profunda llamando su atención -.
Pahaliah
vio a su derecha a un ser luminoso que le resulto familiar, abrió aún las los
ojos y se llevó una gran sorpresa. Era él mismo pero envuelto en luz.
-
¿Quién eres? Como es posible que seas igual que yo? -preguntó el sorprendido
joven -.
-
Soy tu yo profundo que he permanecido prisionero durante mucho tiempo en tu
interior sin que oyeras jamás mi voz, ahora que estás a punto de abandonar el
mundo físico, he venido a revelarte tus errores. Tuviste la oportunidad de ser
un muchacho ejemplar, y decidiste por el contrario ser una calamidad, tu
enfermedad la has causado con tu mal obrar.
Por
primera vez en su vida, Pahaliah sintió temor, comprendió que había atentado
contra los demás y el pago de sus errores era el sufrir aquella maligna
enfermedad. Era el mal que había sembrado.
-
Dadme otra oportunidad, dejadme que rectifique mis errores, dejadme que pueda
cambiar -rogó con fe el joven Pahaliah.
Pero
ya no se encontraba en el umbral del más allá, se encontraba de nuevo en su
casa, y el mal que le afligía había desaparecido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario