Atributo: Dios que mantiene las cosas.
Planeta:
Luna.
Coro
Angélico: Guardianes.
Sefiráh:
Yesod.
Horario
de regencia: de 21:40 a 22 horas.
Se lo
invoca para:
·
Calmar la cólera.
·
Proteger el sueño y combatir el
insomnio.
·
Darnos inspiración para la música y
la poesía.
Los
nacidos bajo su regencia:
Los
nacidos bajo esta influencia reúnen las más bellas cualidades del alma y la
personalidad. Será conocido por su óptimo carácter, por su amabilidad y bondad.
Soportará todos los problemas sin reclamar, es un eterno luchador y será un
estímulo positivo para cada uno y para la comunidad. Su lema es vencer y otro
lema es el significado: solo tienen miedo de morir aquellos que no saben vivir.
Conseguirá desarrollar su fuerte poder de captación y observación que aplicará
en todas situaciones. Siempre traza planes optimistas y lógicos, no midiendo
esfuerzos para realizarlos. Estará siempre bien con todas las personas, pero no
consigue nunca esconder sus sentimientos.
Cita
bíblica:
Señor, no
me abandones;
Dios mío, no te alejes de mí.
Dios mío, no te alejes de mí.
Salmo
38:21
MANAKEL:
‘CONOCIENDO EL BIEN y EL MAL’
Aquel
día, sería diferente a los demás. La fiesta que daba Lusar para celebrar su
cumpleaños reuniría a todos los chicos y chicas del barrio. Acababa de mudarse
de casa, y apenas si había tenido la oportunidad de hacer amigos, por lo que
pensó que lo de la fiesta sería una buena excusa para ello.
Y
llego la hora del encuentro. Poco a poco fue recibiendo la visita de los que
pronto serían sus nuevos amigos. Entre ellos se encontraba Manakel un joven
amable y bondadoso que era muy querido por todos y cuya fama de glotón le
precedía. Así se lo presentaron a Lusar:
-
Este de aquí es Manakel, es buen chico pero cuidado con él, porque acaba con
todo lo que se puede digerir.
Lusar
miro a Manakel y comprobó por su físico que en nada exageraba, pues aquella
obesidad no se conseguía alimentándose del aire.
Sin
embargo, y aunque Manakel les seguía la corriente en aquellas bromas, en su
interior se debatía en fuertes luchas. Su conciencia le advertía que si abusaba
de los alimentos su organismo no lo soportarla, tendría una indigestión y
enfermaría.
Aquella
era la voz de su conciencia, pero había otra voz que le hablaba, era la de sus
instintos. ! Oh Dios mío! qué bueno estaba todo, le decía seduciéndole para que
cayese en la tentación de seguir comiendo.
Sin
duda, ninguno de sus amigos se percibían del sufrimiento que Manakel llevaba
por dentro.
En
la fiesta no faltaba de nada. La comida era abundante y todo estaba exquisito.
Así se lo parecía a Manakel, que una vez las cedió a la voz de sus instintos y
se dio un atracón de miedo.
Cuando
todo termino, cada uno se dirigió a su casa, pues se hizo un poco tarde. Pero
no todos lo hicieron así.
Manakel
se sentía tan culpable por lo que habla hecho que no se atrevía a regresar a
casa.
Deseaba
estar solo. No pod1a salpicar a los demás con el odio que sentía hacia si
mismo. Una fuerte agresividad se concentraba en su pecho y un fuego muy intenso
le quemaba el estómago.
¡Dios
mío!, que mal se sentía. Sin duda Dios le estaba castigando por no obedecerle,
y ahora se estaba muriendo.
Debía
ir a casa, no quería morir sin despedirse de su familia.
La
verdad es que no se estaba muriendo, ni Dios le estaba castigando, pero se
sentía tan culpable por haber desobedecido la voz de su conciencia que le
advertía de que estaba obrando mal, que ahora deseaba estar muerto para
acallarla.
Llego
a su casa y se sintió un poco mejor al ver a su familia. Estaba tan avergonzado
que no podía ni mirar directamente a la cara de sus padres, y por ello decidió
ir a la cama.
Busco
en el sueño la solución de su problema, pero pasaban las horas en el reloj y no
podía pegar ojo. Los remordimientos de conciencia no les permitían sentirse en
paz consigo mismo, y aquello le producía insomnio, no podía dormir.
Toda
la noche la paso en vela, y cuando el alba ya anunciaba un nuevo día, el
cansancio le abatió llevándole a un profundo sueño. Pero incluso en este mundo,
la paz le fue negada, puesto que tuvo una terrible pesadilla. Se encontró con
Dios que estaba muy enfadado con el y le decía coléricamente:
-
Veo que has traicionado el saber que he puesto en ti. Eres conocedor del bien y
del mal, y lo violas caprichosamente. Si lo vuelves a hacer…
Entonces
fue cuando Manakel se levantó sobresaltado y sudoroso. La cólera de Dios era
terrible. No podía fallarle.
Aquel
sueño jamás lo olvidaría, y desde entonces el joven logro vencer la voz de los
instintos, y siempre se dejaba llevar por la voz de su conciencia. Ahora sabia
escoger entre el bien y el mal.
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