Es natural que lamentemos nuestras
faltas, pero, incluso si se trata de faltas graves, es inútil, y hasta
perjudicial, eternizarse en ellas y dejarse carcomer por los remordimientos
pensando que de esta manera vamos a atraer la misericordia divina. Con esta
actitud, en realidad, no hacemos más que recrear de nuevo en el subconsciente
cliché, las mismas fealdades y miserias, y así las alimentamos. Los
remordimientos sólo deben servir para tomar la decisión de no dejarnos
arrastrar por los mismos errores. Los que vuelven sin cesar sobre sus faltas,
remueven los posos del plano astral. No sólo se hacen así mucho daño, sino que,
contrariamente a lo que se imaginan algunos fanáticos, esta actitud desagrada
al Señor.
Porque el Señor no ha creado a los
humanos para que éstos se sientan miserables, culpables e indignos. Los ha
creado para que vivan como Él, en la belleza, el gozo y la plenitud.
¿Habéis actuado mal? Una vez que
habéis comprendido en qué y por qué, recobrad a través de vuestra memoria los
momentos luminosos que habéis vivido, esos momentos en los que os habéis
sentido hijos de Dios, felices, confiados, ligeros. De esta manera restablecéis
en vuestra alma las condiciones para que las entidades que han participado en
esos estados de gozo y de luz vuelvan a visitaros, y recibís fuerzas para
mantener vuestras buenas resoluciones.
Omraam Mikhaël Aïvanhov
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