Llega la época de la Navidad y no solamente es una época de fiestas físicas, sino también una fiesta interna, una fiesta de índole espiritual. Hay momentos cósmicos importantes para el planeta en relación con el Sol, para la evolución planetaria y para toda vida, directamente relacionado con los solsticios y los equinoccios cuando la Tierra tiene una disposición característica en relación con el Sol.
La Tierra está en un movimiento permanente de rotación sobre su propio eje, y de traslación alrededor del Sol; en ese movimiento el eje norte-sur del planeta se desplaza, lo que hace que alternativamente la Tierra le presente al Sol en los primeros seis meses del año la zona sur, por eso en el sur del planeta en la época de Navidad es verano. Hacia la zona norte del planeta los rayos llegan más angulados; por eso en estos meses del año es invierno y es llamado el solsticio de invierno.
En Junio cambia esa situación y el Sol da de lleno en la zona norte del planeta y sus rayos llegan mucho mas angulados a la zona sur, por lo tanto es verano en el norte y es invierno en el sur; decimos entonces que hay solsticio de verano para el norte.
Ese cambio constante de las estaciones es debido al movimiento del planeta —que es como un trompo cuando ya está perdiendo la velocidad y empieza a cabecear— pero hay momentos en los cuales el planeta se encuentra con su eje vertical que son los equinoccios: hacia el 21 de Marzo que es el equinoccio de primavera y hacia el 21 de Septiembre que es el equinoccio de otoño.
Solsticio, es cualquiera de los dos puntos de la eclíptica en los que el Sol está en el punto más alejado del ecuador celeste. El solsticio en el norte del ecuador celeste se denomina solsticio de verano porque el Sol está en su declinación máxima, hacia el 21 de junio (el principio del verano en el hemisferio norte); el solsticio en el sur del ecuador celeste, llamado solsticio de invierno, tiene lugar hacia el 21 de diciembre. Para los habitantes del hemisferio sur la situación se invierte: el solsticio de verano tiene lugar hacia el 21 de diciembre y el de invierno hacia el 21 de junio.
El término solsticio significa “Sol inmóvil”; en esos momentos el Sol cambia muy poco su declinación de un día a otro y parece permanecer inmóvil en un lugar al norte o al sur del ecuador celeste.
Los dos puntos en los que la eclíptica corta al ecuador celeste se llaman nodos o equinoccios. El Sol está en el equinoccio de primavera o punto vernal alrededor del 21 de marzo y en el equinoccio de otoño cerca del 23 de septiembre.
En la época de los equinoccios la noche y el día tienen igual duración, mientras que en el solsticio de verano dura más el día que la noche y durante el solsticio de invierno son más largas las noches.
En cuanto a luz-día, a diferencia del trópico, hacia el norte y hacia el sur del planeta se sienten con intensidad esos cambios; por eso los antiguos (especialmente en todas las culturas que surgieron en la zona septentrional) , observando esos cambios tan notorios, empezaron a analizarlos construyendo observatorios astronómicos como en Stonehenge en Inglaterra; entre la cultura Anasasi en Norte América, los Mayas en Centro América, los Incas en Perú, los Egipcios en la Gran Pirámide y en Dendera, etc. En esos sitios el Sol al amanecer enfoca sus rayos directamente hacia un Templo interior pasando por un portal dirigido hacia el oriente; en algunas culturas hacia el 21 de diciembre y en otras para el 21 de junio.
La finalidad de sus observatorios astronómicos, era observar los momentos cruciales en los cuales se sucedían los cambios de estaciones, proceso íntimamente ligado con el Sol y la posición planetaria.
En la época de Navidad los días son más cortos y las noches más largas, existiendo menor radiación solar, pero los místicos observaban que durante esos días se intensificaba la luminosidad espiritual del Sol que ellos podían ver clarividentemente a través del planeta.
En la noche de navidad un clarividente o una persona en mística meditación puede observar “el Sol de Media Noche” que esotéricamente se conoce como “la Estrella de los Reyes Magos o la Estrella de Belén”.
Hacia el 23 de septiembre, en el equinoccio de otoño, el Espíritu Solar (el Cristo Cósmico) que ha estado en comunión desde el 21 de Junio hasta el 21 de septiembre, con el Padre de la Galaxia, ha derivado de Él nueva Vida, Energía y Poder, siendo esa Energía proyectada sobre nuestro Planeta.
Toda persona que está trabajando internamente, meditando, haciendo su trabajo interno de oración, de interiorizació n, de sublimación, de espiritualizació n, desde septiembre empieza a entrar en una euforia que le es característica, se siente feliz, pletórico, pleno de armonía, lo que normalmente la gente solo llegará a percibir alrededor de la Navidad, alrededor del 21 al 24 de Diciembre.
Quien está sintiendo esa alegría que normalmente se siente en Navidad desde hace semanas y meses indica que va por buen camino internamente, que está cuidando sus energías, que está sublimando su interno poder. Quien solamente siente esa alegría contagiosa y expansiva alrededor de la Navidad, indica que está abusando de sus energías, que quizás está maltratando su preocupación alguna por mejorarse en el campo espiritual.
Desde septiembre el planeta empieza a ser inundado por una intensa luz espiritual que es la Energía del Cristo Cósmico, el Verbo Cósmico que inunda el planeta con su Vida, con su Fuerza y con su Poder, trayendo un mensaje de Luz, Amor y Vida.
Luz, Amor y Vida son los Tres Aspectos de la Divinidad. Son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de la religión; pero no pensemos en tres personas distintas; es un solo Poder: Dios, el Creador del Universo que tiene una triple manifestación en sí mismo como nosotros. En nosotros, por ser “hechos a imagen y semejanza de Dios” Gén. 1.27. Esa triple manifestación se hace objetiva como pensamiento, como sentimiento y como acción. Son tres aspectos de la Energía Única del Espíritu.
Así como el Espíritu Universal, es Luz, Amor y Vida, también en nosotros existe ese triple poder.
La Luz es la característica de la conciencia y del Primer Aspecto de Dios como Padre; el Amor es el Segundo Aspecto, el Cristo, Su Hijo Bienamado, el Verbo, y la Vida es el Tercer Aspecto, que ha sido llamado el Espíritu Santo.
Debemos hacer muy bien la diferenciació n entre Jesús, el hombre, y el Cristo Cósmico. Jesús el hombre, se convierte en Jesucristo, el Ungido, el hombre realizado en Dios, quien por su evolución ingente había logrado unificarse conscientemente con el Cristo Cósmico. Eso lo habremos de lograr todos a lo largo de la evolución, unos mas rápido, otros mas lentamente.
El Cristo es la Única Realidad, es la Vida Cósmica que tiene como campo de evolución al Sol y al Sistema Solar e inunda con su magnífica Vida y Poder todo el Sistema.
La palabra Espíritu Santo viene del latín spíritus, que significa aliento; sanctu, es decir, santo. Es por lo tanto Spiritus Sanctus, Aliento Santo; es el alentar constante que tenemos en todos los momentos de la vida; la respiración permite que tengamos una vida independiente. Con la respiración penetra el Aliento de Vida, el Espíritu Santo (“Y Dios sopló en la nariz del hombre y éste fue un ser viviente. Gn. 1, 7). Es el santo alentar el que le da calor a la sangre, le a calor a nuestro organismo; cuando hay vida, hay calor; cuando esa vida y ese calor se pierden entonces el cuerpo queda yerto, decimos que ha fallecido porque el Espíritu Santo se ha ido.
¿Y cómo se pierde ese Santo Aliento? Se pierde cada vez que se abusa del sexo o se pierde la Energía de la Vida, y como decía un antiguo dicho: “cada vez que usas el sexo estás sacando una palada de tierra de tu propia fosa”. Eso se
debe al abuso de esa energía y eso no lo puede negar ninguno de los que somos mayores.
Los muchachos todavía no sienten el desgaste porque están plenos de vitalidad, de energía, su cuerpo está joven; pero con el abuso del sexo llega el momento en el cual ya no hay recuperación posible y la única solución es “entrar a la fosa que hemos cavado”.
La salvación es la sublimación de ese ingente poder mediante la fuerza del Cristo, del amor Impersonal en el corazón del ser humano. El Cristo se alimenta de los efluvios de ese Santo Aliento cuando a través de la mística hacia la vida, de la adoración y contemplación estética hacia la otra polaridad de la vida, del altruismo y del servicio desinteresado, se eleva la Energía del Spiritus Sanctus místicamente hacia el corazón, que es donde mora el Cristo, el Hijo bienamado. En ese momento se regenera nuestro cuerpo físico, se fortalece nuestro cuerpo vital, se ennoblece nuestro cuerpo emocional y se incrementa el poder de nuestro cuerpo mental.
La Luz, símbolo del Padre, es la Luz interna que dirige nuestra vida, la Luz del Espíritu, la conciencia; el Amor es la Fuerza del Cristo inmanente en nuestro corazón y la Vida la manifestamos a través de la progenie para que Egos expectantes puedan renacer. Es el triple aspecto de la Divinidad que también se manifiesta como Luz, Sonido y Fuego.
Desde la antigüedad las distintas culturas han prendido fogatas, faroles y luces en la Navidad. Hoy aún conservamos esa tradición encendiendo velas y faroles y quemando pólvora. Es el Fuego de la Vida que el ser humano utiliza subjetivamente para rendirle culto a la Vida Universal.
La Luz representada en los faroles, velas y lucecitas que titilan por toda parte, está el Primer Aspecto de la Divinidad, el Padre. El sonido de las campanas, los villancicos y las canciones de la Navidad representan el Segundo Aspecto, el Hijo, “Y aquel Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros” Jn.1.14. El incienso que se quema en esta época, el fuego que se enciende y la pólvora que se quema, representan el Tercer Aspecto, el Santo Aliento, el Espíritu Santo. Son tradiciones entregadas por los esoteristas de todos los tiempos como símbolos, para que penetrara en la psique de la humanidad subjetivamente y no se perdiera ese conocimiento.
Ese conocimiento está en la interioridad de todos aunque racionalmente no sea así; lo trasmitimos a nuestros hijos desde niños: prendemos luces, quemamos pólvora, cantamos villancicos; así, subjetivamente ellos también están aprendiendo una profunda verdad: que las luces representan el Espíritu interno vibrando en el cerebro como Dios-Padre, el Primer Aspecto de la Deidad; que los villancicos y las campanas de navidad encarnan el sentido crístico en el corazón como Dios-Hijo el Segundo Aspecto de la Deidad, y que el fuego que se enciende representa a Dios-Espíritu Santo, el Tercer Aspecto de la Deidad, como generador para engendrar los hijos y como regenerador cuando sabemos utilizar esa energía que cual incienso, al tomar contacto con el fuego se eleva como una única columna de humo serpenteante hacia lo alto.
Existe también la tradición del árbol de navidad, generalmente de pino, que tiene la regencia de Saturno, siendo desde el 21 de diciembre el mes zodiacal de Capricornio, que es la mansión de Saturno.
El árbol del pino trae al hogar la vibración de Saturno que tiende al ser humano a buscar su naturaleza espiritual, su naturaleza divina. El árbol además representa al “Árbol del Conocimiento” que es el sistema nervioso cerebro-espinal, que permite que aprendamos, que recibamos información a través de los sentidos. En cada Navidad simbólicamente plantamos uno nuevo, porque así es la conciencia siempre en búsqueda de saber algo diferente.
El pino tiene abundante cantidad de éter, por lo que aporta vitalidad en la época en que hay menos energía solar, por lo menos en los países nórticos; es por eso que esa tradición la conservan muchas personas que aún tienen el conocimiento. Todas aquellas personas que se mantienen bajas de vitalidad, de energía y con enfermedades crónicas por desvitalizació n, les conviene mucho visitar los bosques en donde haya pinos; caminar entre ellos, respirar profundamente la energía vital que tienen, abrazar el pino, pegando la zona del plexo solar (boca del estómago contra árbol) e imaginar que cuando está inhalando el aire, absorbe por el plexo solar la energía vital del pino, la cual se acumula en el plexo solar y luego se reparte hacia todo el organismo.
Quien ve clarividentemente el éter que libera el pino, observa que tiene un color rosa suave, del mismo color que emana nuestro cuerpo vital en perfecto estado de salud; por eso una persona enferma, especialmente si es débil del aparato digestivo o débil de los pulmones, debe ir a un pinar porque éste proporciona salud, energía, vitalidad, vigor; es una buena costumbre que debiéramos tomar en cuenta y enseñársela a nuestros hijos.
Se enseña que el niño-Cristo nace el 24 de diciembre hacia la media noche en un pesebre situado en una gruta (caverna). Astrológicamente, hacia la media noche del 24 de diciembre, en el horizonte oriental se observa a cero grados la constelación de Virgo que empieza a ascender, y diametralmente opuesto al otro lado del Planeta se encuentra el Sol. Se dice entonces que el Sol, el Cristo-Niño está naciendo de una Virgen, la Constelación de Virgo; esa es la explicación esotérica de por qué se habla del nacimiento virginal el 24 de diciembre a la media noche.
El Niño-Cristo nace en un pesebre, rodeado por la mula y el buey. El pesebre indica ese lugar humilde, sencillo, natural en donde el Cristo Cósmico se naturaliza para hacer posible el proceso de la generación universal. La mula y el buey son las pasiones, el instinto, la lujuria que acicatean al ser humano, rodeando al Niño-Cristo, es decir a la Vida Divina que se sumerge en nuestra propia naturaleza para hacer posible los sagrados procesos de la generación universal y de la regeneración y espiritualizació n del ser humano.
La caverna está encarnada en nosotros en el sacro-plexo; allí, dicen los orientales, se encuentra “la divina diosa”, “la divina madre” llamada por ellos Kundalinî, enrollada en tres espiras y media como una serpiente luminosa, esperando ser despertada de su letargo. Enseñan que solamente cuando esa energía se ha puesto en actividad y se ha elevado, podrá el ser humano convertirse en un dios. En la Biblia dice que Moisés “Hazte una serpiente ardiente y ponla sobre una asta y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, sanará” Nm. 21.8.
La serpiente ardiente es la diosa Kundalinî, la divina Madre, como Fuego Creativo del Espíritu Santo. El asta es la espina dorsal, el sistema nervioso cerebro-espinal, el árbol de Navidad que se llena de luces y de bombillas y de bolas de colores, que son los chakras, los centros de energía luminosos, radiantes que se observan plenos de luz y de color.
El verde y el rojo que son utilizados en Navidad significan la mujer y el hombre, mientras que el color dorado es el Cristo. El verde, el color de Venus, la mujer; el rojo, el color de Marte, el varón; es decir que el hombre y la mujer comulgan con el Cristo en la época de la Navidad en sus sentimientos, emociones y poder generatriz.
Con el niño-Cristo tienen que huir rápidamente hacia Egipto, porque si no podrá ser asesinado. Se refiere al ser humano que en su evolución terrestre “está en Egipto”, que es una palabra que representa las pasiones, los vicios, en los que el ser humano se ha debatido y se debate aún. No se refiere a ese país en donde hay unos monumentos prodigiosos dejados por los antiguos.
En Egipto el Niño-Cristo es educado en los Misterios Iniciáticos y es enseñado por Grandes Maestros: es éste Mundo Físico con todos sus atractivos materiales de los cuales derivamos dolor, sufrimiento, penas. Esos son nuestros más grandes y a la vez más benévolos maestros, porque se aprende más del dolor que de la alegría; se aprende más del sufrimiento que del bienestar. Las buenas épocas no las recuerda tan fácilmente, pero los tiempos de dolor y de sufrimiento no se olvidan jamás. Uno suele decir: ¡Qué época tan dolorosa! ¡Qué época tan triste! ¡Cuánto sufrí! ¡Qué dolor moral! Son esos “maestros de Egipto” los que nos llevan inexorablemente a la Sagrada Iniciación, es decir, a la conquista de nuestra naturaleza inferior y a la unión con nuestro Yo Superior, el Alter Ego.
El 21 de diciembre el Cristo Cósmico penetra al centro del planeta, en donde se encuentran el cerebro, corazón y sexo del Espíritu Planetario; éste comulga
con esa Energía del Cristo Cósmico desde el 21 hasta el 24 de diciembre hacia la media noche, momento en el que esa Energía parece un torrente de Luz como un Sol gigantesco que pareciera que brotara del centro de la Tierra, inundando el planeta con Su Fuerza y Su Poder a toda vida manifestada, siendo los más beneficiados nosotros los humanos.
Si nos hemos estado preparando durante las semanas previas a la Navidad con mística, con castidad de pensamiento, palabra y obra, meditando, interiorizándonos, espiritualizando nuestros vehículos, esa noche será prodigiosa. Muchas personas han logrado llegar a la Iniciación en la media noche del 24 de diciembre. A eso es lo que nos invita la Escuela Rosa-Cruz: a que nos preparemos en las semanas previas a la navidad para tratar de recibir la mayor cantidad de esa Energía espiritual del Cristo, para que también nazca en nuestro propio corazón. Es el Cristo interno el que debemos desarrollar, es el Cristo interno el que debemos conquistar y solamente se logra a través de la veracidad, a través de la pureza de pensamiento, palabra y acto, a través del servicio desinteresado.
Esta es una época para servir; por eso en todas las culturas durante este tiempo se dedican a llevar regalos, alimento, ropa, frazadas a los necesitados; es algo del sentimiento crístico que está vibrando en el corazón del ser humano, pero nosotros tenemos que llegar mucho mas lejos, debemos entregar de sí lo más que podamos: conocimiento, amor, servicio.
En la Navidad el ser humano que se prepara espiritualmente se llena de una luminosidad espectacular la cual radía por metros y metros. Esa luminosidad que ha captado de la Energía Crística liberada el 24 de diciembre hacia la media noche puede ser compartida con toda persona que esté sufriendo, con enfermos graves, con personas que sufren de depresión, de angustia, de tristeza, con personas que tiene profundos conflictos. Se llega a esas personas y puede abrirles una puesta gigantesca para que esas encuentren su camino, para que encuentren cómo superar las dificultades, las enfermedades, los problemas, las tristezas por las cuales están pasando.
Ese es el verdadero servicio, ese es el verdadero Espíritu Crístico de la Navidad y eso es lo que debiéramos cultivar como estudiantes de la Escuela de los Rosa-Cruces, pero debemos trabajarlo, porque ese es el Sendero Espiritual del Cristo.
Al Niño-Cristo vienen a visitarlo tres reyes magos que representan no solamente las tres razas por las cuales hemos pasado (negra, amarilla y blanca a la que pertenecemos todos actualmente aunque tengamos tantas mezclas de sangre). Un rey mago negro venido del sur, un rey mago amarillo venido del oriente y un rey mago blanco venido del norte, las razas Lemur, Atlante y Aria, las cuales le rinden culto a la sexta raza-raíz que surgirá dentro de algunos siglos, la raza del Cristo, una raza mucho más espiritual. Los tres reyes magos
también representan en nosotros los poderes del Padre (rey blanco), del Hijo (rey amarillo) y del Espíritu Santo (rey negro).
El rey negro le trae al Niño-Cristo la mirra que es una sustancia que se utilizaba en la antigüedad para ungir los cuerpos, pero también para momificar los cadáveres y que éstos no se corrompieran. Mientras tenemos “buena cantidad de mirra” que no ha sido gastada en los desvaríos eróticos, nuestro cuerpo se mantiene preservado (relativamente joven), pero cuando la mirra se ha agotado nuestro cuerpo se corrompe, se desgasta, se pone ajado y fallece.
El rey amarillo le trae incienso, un elemento de adoración que tiene la característica de elevarse en una columna única; es lo que llaman los Rosa-Cruces la sublimación, la elevación de las energías inferiores convirtiéndolas en fuerza moral y espiritual.
El rey blanco trae el oro, símbolo de la conciencia; es la luz del Espíritu que dirige nuestra vida para evitar que sigamos cometiendo yerros, para evitar que sigamos perdiendo el tiempo lastimosamente sin hacer lo que realmente es importante en la vida: prepararnos, luchar, trabajar, mejorar nuestra propia dignidad interna, educir carácter, educir voluntad. Pero es mucho más: es estudiar, aprender, capacitarnos, educir consciencia, educir sabiduría, inteligencia, comprensión, amor y acción fecunda.
Preparémonos, hagamos algo por nosotros mismos y capacitémonos para que el día de mañana cuando seamos progenitores podamos a su vez mostrarle ese luminoso camino a nuestros hijos y a la juventud, para que ellos no lleven el sendero equivocado, inconsciente, irresponsable, vanal, que lastimosamente han llevado muchos a lo largo de la juventud y edad adulta.
Ligado con la Navidad está Santa Claus, el viejo bonachón vestido de rojo que penetra por la chimenea para dejar los regalos. Cada cultura trae sus símbolos; unos piensan que hay un señor llamado Nicolás que de tanto dar regalos se volvió santo y así sucesivamente. No se hace referencia a un personaje de la historia; representa a la Energía Cósmica, al Padre del Universo el cual se reviste de Fuego Espiritual (en su Tercer Aspecto), símbolo del vestido rojo, es el Fuego de la Vida que penetra constantemente por la cima de la cabeza (la fontanela posterior), desciende por el sistema nervioso autónomo o gran simpático. Es el símbolo del descenso por la chimenea hasta llegar a donde se encuentra el hogar (el fuego de la chimenea).
Es Santa Claus o papá Noel el Fuego de la Vida, que “trae regalos y los deja alrededor del árbol junto al fuego. Es el Árbol del Conocimiento por donde debe reascender el Fuego de la Vida para llenarnos de luz, de consciencia, de salud. Los niños esperan sus regalos con alegría; somos nosotros esperando inconscientemente las dádivas divinas, pues cada diciembre el Cristo Cósmico vendrá al Planeta a entregar Su Vida, Su Energía, Su Poder, para que cada una
de las vidas manifestadas en todos los reinos podamos prepararnos para una nueva etapa en el trabajo evolutivo.
Esa etapa en el trabajo evolutivo es mucho mas fácil de llevar en cuanto a salud, a espiritualidad, a dinero, a trabajo en la primera mitad del año: del 24 de diciembre hasta junio es una época en la cual la Energía del Cristo nos da un impulso muy grande, no solamente en lo espiritual sino tambien en lo material para quien se esfuerza, para quien aprovecha la oportunidad; quien no la aprovecha observará que el segundo semestre del año es vacío, es difícil; internamente no existe nada que pueda guiar nuestra vida porque no se aprovechó el primer semestre del año.
Pero, ¿cómo se aprovecha usualmente el primer semestre el año? Con el desgaste intenso que produce el abuso de la comida, el abuso del licor, el abuso del sexo, el trasnochar, el abuso del cuerpo. Entonces, los talentos que nos ha dado la Vida Cósmica se pierden después de la Navidad.
Es esa energía tremenda, poderosa que hace que la humanidad se dedique a hacer fiestas (muy sanas y necesarias de por sí), y a gastar ese capital que le han dado para que lo administre sabiamente durante el primer semestre del año.
El 24 de diciembre la persona que desee tomar contacto en mayor proporción con la Energía del Cristo Cósmico, debiera aislarse más o menos desde las once y media a las doce de la noche; relajarse, respirar con la mayor mística posible, hacer alguna práctica de meditación o de oración.
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Llega la época de la Navidad y no solamente es una época de fiestas físicas, sino también una fiesta interna, una fiesta de índole espiritual. Hay momentos cósmicos importantes para el planeta en relación con el Sol, para la evolución planetaria y para toda vida, directamente relacionado con los solsticios y los equinoccios cuando la Tierra tiene una disposición característica en relación con el Sol.
La Tierra está en un movimiento permanente de rotación sobre su propio eje, y de traslación alrededor del Sol; en ese movimiento el eje norte-sur del planeta se desplaza, lo que hace que alternativamente la Tierra le presente al Sol en los primeros seis meses del año la zona sur, por eso en el sur del planeta en la época de Navidad es verano. Hacia la zona norte del planeta los rayos llegan más angulados; por eso en estos meses del año es invierno y es llamado el solsticio de invierno.
En Junio cambia esa situación y el Sol da de lleno en la zona norte del planeta y sus rayos llegan mucho mas angulados a la zona sur, por lo tanto es verano en el norte y es invierno en el sur; decimos entonces que hay solsticio de verano para el norte.
Ese cambio constante de las estaciones es debido al movimiento del planeta —que es como un trompo cuando ya está perdiendo la velocidad y empieza a cabecear— pero hay momentos en los cuales el planeta se encuentra con su eje vertical que son los equinoccios: hacia el 21 de Marzo que es el equinoccio de primavera y hacia el 21 de Septiembre que es el equinoccio de otoño.
Solsticio, es cualquiera de los dos puntos de la eclíptica en los que el Sol está en el punto más alejado del ecuador celeste. El solsticio en el norte del ecuador celeste se denomina solsticio de verano porque el Sol está en su declinación máxima, hacia el 21 de junio (el principio del verano en el hemisferio norte); el solsticio en el sur del ecuador celeste, llamado solsticio de invierno, tiene lugar hacia el 21 de diciembre. Para los habitantes del hemisferio sur la situación se invierte: el solsticio de verano tiene lugar hacia el 21 de diciembre y el de invierno hacia el 21 de junio.
El término solsticio significa “Sol inmóvil”; en esos momentos el Sol cambia muy poco su declinación de un día a otro y parece permanecer inmóvil en un lugar al norte o al sur del ecuador celeste.
Los dos puntos en los que la eclíptica corta al ecuador celeste se llaman nodos o equinoccios. El Sol está en el equinoccio de primavera o punto vernal alrededor del 21 de marzo y en el equinoccio de otoño cerca del 23 de septiembre.
En la época de los equinoccios la noche y el día tienen igual duración, mientras que en el solsticio de verano dura más el día que la noche y durante el solsticio de invierno son más largas las noches.
En cuanto a luz-día, a diferencia del trópico, hacia el norte y hacia el sur del planeta se sienten con intensidad esos cambios; por eso los antiguos (especialmente en todas las culturas que surgieron en la zona septentrional) , observando esos cambios tan notorios, empezaron a analizarlos construyendo observatorios astronómicos como en Stonehenge en Inglaterra; entre la cultura Anasasi en Norte América, los Mayas en Centro América, los Incas en Perú, los Egipcios en la Gran Pirámide y en Dendera, etc. En esos sitios el Sol al amanecer enfoca sus rayos directamente hacia un Templo interior pasando por un portal dirigido hacia el oriente; en algunas culturas hacia el 21 de diciembre y en otras para el 21 de junio.
La finalidad de sus observatorios astronómicos, era observar los momentos cruciales en los cuales se sucedían los cambios de estaciones, proceso íntimamente ligado con el Sol y la posición planetaria.
En la época de Navidad los días son más cortos y las noches más largas, existiendo menor radiación solar, pero los místicos observaban que durante esos días se intensificaba la luminosidad espiritual del Sol que ellos podían ver clarividentemente a través del planeta.
En la noche de navidad un clarividente o una persona en mística meditación puede observar “el Sol de Media Noche” que esotéricamente se conoce como “la Estrella de los Reyes Magos o la Estrella de Belén”.
Hacia el 23 de septiembre, en el equinoccio de otoño, el Espíritu Solar (el Cristo Cósmico) que ha estado en comunión desde el 21 de Junio hasta el 21 de septiembre, con el Padre de la Galaxia, ha derivado de Él nueva Vida, Energía y Poder, siendo esa Energía proyectada sobre nuestro Planeta.
Toda persona que está trabajando internamente, meditando, haciendo su trabajo interno de oración, de interiorizació n, de sublimación, de espiritualizació n, desde septiembre empieza a entrar en una euforia que le es característica, se siente feliz, pletórico, pleno de armonía, lo que normalmente la gente solo llegará a percibir alrededor de la Navidad, alrededor del 21 al 24 de Diciembre.
Quien está sintiendo esa alegría que normalmente se siente en Navidad desde hace semanas y meses indica que va por buen camino internamente, que está cuidando sus energías, que está sublimando su interno poder. Quien solamente siente esa alegría contagiosa y expansiva alrededor de la Navidad, indica que está abusando de sus energías, que quizás está maltratando su preocupación alguna por mejorarse en el campo espiritual.
Desde septiembre el planeta empieza a ser inundado por una intensa luz espiritual que es la Energía del Cristo Cósmico, el Verbo Cósmico que inunda el planeta con su Vida, con su Fuerza y con su Poder, trayendo un mensaje de Luz, Amor y Vida.
Luz, Amor y Vida son los Tres Aspectos de la Divinidad. Son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de la religión; pero no pensemos en tres personas distintas; es un solo Poder: Dios, el Creador del Universo que tiene una triple manifestación en sí mismo como nosotros. En nosotros, por ser “hechos a imagen y semejanza de Dios” Gén. 1.27. Esa triple manifestación se hace objetiva como pensamiento, como sentimiento y como acción. Son tres aspectos de la Energía Única del Espíritu.
Así como el Espíritu Universal, es Luz, Amor y Vida, también en nosotros existe ese triple poder.
La Luz es la característica de la conciencia y del Primer Aspecto de Dios como Padre; el Amor es el Segundo Aspecto, el Cristo, Su Hijo Bienamado, el Verbo, y la Vida es el Tercer Aspecto, que ha sido llamado el Espíritu Santo.
Debemos hacer muy bien la diferenciació n entre Jesús, el hombre, y el Cristo Cósmico. Jesús el hombre, se convierte en Jesucristo, el Ungido, el hombre realizado en Dios, quien por su evolución ingente había logrado unificarse conscientemente con el Cristo Cósmico. Eso lo habremos de lograr todos a lo largo de la evolución, unos mas rápido, otros mas lentamente.
El Cristo es la Única Realidad, es la Vida Cósmica que tiene como campo de evolución al Sol y al Sistema Solar e inunda con su magnífica Vida y Poder todo el Sistema.
La palabra Espíritu Santo viene del latín spíritus, que significa aliento; sanctu, es decir, santo. Es por lo tanto Spiritus Sanctus, Aliento Santo; es el alentar constante que tenemos en todos los momentos de la vida; la respiración permite que tengamos una vida independiente. Con la respiración penetra el Aliento de Vida, el Espíritu Santo (“Y Dios sopló en la nariz del hombre y éste fue un ser viviente. Gn. 1, 7). Es el santo alentar el que le da calor a la sangre, le a calor a nuestro organismo; cuando hay vida, hay calor; cuando esa vida y ese calor se pierden entonces el cuerpo queda yerto, decimos que ha fallecido porque el Espíritu Santo se ha ido.
¿Y cómo se pierde ese Santo Aliento? Se pierde cada vez que se abusa del sexo o se pierde la Energía de la Vida, y como decía un antiguo dicho: “cada vez que usas el sexo estás sacando una palada de tierra de tu propia fosa”. Eso se
debe al abuso de esa energía y eso no lo puede negar ninguno de los que somos mayores.
Los muchachos todavía no sienten el desgaste porque están plenos de vitalidad, de energía, su cuerpo está joven; pero con el abuso del sexo llega el momento en el cual ya no hay recuperación posible y la única solución es “entrar a la fosa que hemos cavado”.
La salvación es la sublimación de ese ingente poder mediante la fuerza del Cristo, del amor Impersonal en el corazón del ser humano. El Cristo se alimenta de los efluvios de ese Santo Aliento cuando a través de la mística hacia la vida, de la adoración y contemplación estética hacia la otra polaridad de la vida, del altruismo y del servicio desinteresado, se eleva la Energía del Spiritus Sanctus místicamente hacia el corazón, que es donde mora el Cristo, el Hijo bienamado. En ese momento se regenera nuestro cuerpo físico, se fortalece nuestro cuerpo vital, se ennoblece nuestro cuerpo emocional y se incrementa el poder de nuestro cuerpo mental.
La Luz, símbolo del Padre, es la Luz interna que dirige nuestra vida, la Luz del Espíritu, la conciencia; el Amor es la Fuerza del Cristo inmanente en nuestro corazón y la Vida la manifestamos a través de la progenie para que Egos expectantes puedan renacer. Es el triple aspecto de la Divinidad que también se manifiesta como Luz, Sonido y Fuego.
Desde la antigüedad las distintas culturas han prendido fogatas, faroles y luces en la Navidad. Hoy aún conservamos esa tradición encendiendo velas y faroles y quemando pólvora. Es el Fuego de la Vida que el ser humano utiliza subjetivamente para rendirle culto a la Vida Universal.
La Luz representada en los faroles, velas y lucecitas que titilan por toda parte, está el Primer Aspecto de la Divinidad, el Padre. El sonido de las campanas, los villancicos y las canciones de la Navidad representan el Segundo Aspecto, el Hijo, “Y aquel Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros” Jn.1.14. El incienso que se quema en esta época, el fuego que se enciende y la pólvora que se quema, representan el Tercer Aspecto, el Santo Aliento, el Espíritu Santo. Son tradiciones entregadas por los esoteristas de todos los tiempos como símbolos, para que penetrara en la psique de la humanidad subjetivamente y no se perdiera ese conocimiento.
Ese conocimiento está en la interioridad de todos aunque racionalmente no sea así; lo trasmitimos a nuestros hijos desde niños: prendemos luces, quemamos pólvora, cantamos villancicos; así, subjetivamente ellos también están aprendiendo una profunda verdad: que las luces representan el Espíritu interno vibrando en el cerebro como Dios-Padre, el Primer Aspecto de la Deidad; que los villancicos y las campanas de navidad encarnan el sentido crístico en el corazón como Dios-Hijo el Segundo Aspecto de la Deidad, y que el fuego que se enciende representa a Dios-Espíritu Santo, el Tercer Aspecto de la Deidad, como generador para engendrar los hijos y como regenerador cuando sabemos utilizar esa energía que cual incienso, al tomar contacto con el fuego se eleva como una única columna de humo serpenteante hacia lo alto.
Existe también la tradición del árbol de navidad, generalmente de pino, que tiene la regencia de Saturno, siendo desde el 21 de diciembre el mes zodiacal de Capricornio, que es la mansión de Saturno.
El árbol del pino trae al hogar la vibración de Saturno que tiende al ser humano a buscar su naturaleza espiritual, su naturaleza divina. El árbol además representa al “Árbol del Conocimiento” que es el sistema nervioso cerebro-espinal, que permite que aprendamos, que recibamos información a través de los sentidos. En cada Navidad simbólicamente plantamos uno nuevo, porque así es la conciencia siempre en búsqueda de saber algo diferente.
El pino tiene abundante cantidad de éter, por lo que aporta vitalidad en la época en que hay menos energía solar, por lo menos en los países nórticos; es por eso que esa tradición la conservan muchas personas que aún tienen el conocimiento. Todas aquellas personas que se mantienen bajas de vitalidad, de energía y con enfermedades crónicas por desvitalizació n, les conviene mucho visitar los bosques en donde haya pinos; caminar entre ellos, respirar profundamente la energía vital que tienen, abrazar el pino, pegando la zona del plexo solar (boca del estómago contra árbol) e imaginar que cuando está inhalando el aire, absorbe por el plexo solar la energía vital del pino, la cual se acumula en el plexo solar y luego se reparte hacia todo el organismo.
Quien ve clarividentemente el éter que libera el pino, observa que tiene un color rosa suave, del mismo color que emana nuestro cuerpo vital en perfecto estado de salud; por eso una persona enferma, especialmente si es débil del aparato digestivo o débil de los pulmones, debe ir a un pinar porque éste proporciona salud, energía, vitalidad, vigor; es una buena costumbre que debiéramos tomar en cuenta y enseñársela a nuestros hijos.
Se enseña que el niño-Cristo nace el 24 de diciembre hacia la media noche en un pesebre situado en una gruta (caverna). Astrológicamente, hacia la media noche del 24 de diciembre, en el horizonte oriental se observa a cero grados la constelación de Virgo que empieza a ascender, y diametralmente opuesto al otro lado del Planeta se encuentra el Sol. Se dice entonces que el Sol, el Cristo-Niño está naciendo de una Virgen, la Constelación de Virgo; esa es la explicación esotérica de por qué se habla del nacimiento virginal el 24 de diciembre a la media noche.
El Niño-Cristo nace en un pesebre, rodeado por la mula y el buey. El pesebre indica ese lugar humilde, sencillo, natural en donde el Cristo Cósmico se naturaliza para hacer posible el proceso de la generación universal. La mula y el buey son las pasiones, el instinto, la lujuria que acicatean al ser humano, rodeando al Niño-Cristo, es decir a la Vida Divina que se sumerge en nuestra propia naturaleza para hacer posible los sagrados procesos de la generación universal y de la regeneración y espiritualizació n del ser humano.
La caverna está encarnada en nosotros en el sacro-plexo; allí, dicen los orientales, se encuentra “la divina diosa”, “la divina madre” llamada por ellos Kundalinî, enrollada en tres espiras y media como una serpiente luminosa, esperando ser despertada de su letargo. Enseñan que solamente cuando esa energía se ha puesto en actividad y se ha elevado, podrá el ser humano convertirse en un dios. En la Biblia dice que Moisés “Hazte una serpiente ardiente y ponla sobre una asta y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, sanará” Nm. 21.8.
La serpiente ardiente es la diosa Kundalinî, la divina Madre, como Fuego Creativo del Espíritu Santo. El asta es la espina dorsal, el sistema nervioso cerebro-espinal, el árbol de Navidad que se llena de luces y de bombillas y de bolas de colores, que son los chakras, los centros de energía luminosos, radiantes que se observan plenos de luz y de color.
El verde y el rojo que son utilizados en Navidad significan la mujer y el hombre, mientras que el color dorado es el Cristo. El verde, el color de Venus, la mujer; el rojo, el color de Marte, el varón; es decir que el hombre y la mujer comulgan con el Cristo en la época de la Navidad en sus sentimientos, emociones y poder generatriz.
Con el niño-Cristo tienen que huir rápidamente hacia Egipto, porque si no podrá ser asesinado. Se refiere al ser humano que en su evolución terrestre “está en Egipto”, que es una palabra que representa las pasiones, los vicios, en los que el ser humano se ha debatido y se debate aún. No se refiere a ese país en donde hay unos monumentos prodigiosos dejados por los antiguos.
En Egipto el Niño-Cristo es educado en los Misterios Iniciáticos y es enseñado por Grandes Maestros: es éste Mundo Físico con todos sus atractivos materiales de los cuales derivamos dolor, sufrimiento, penas. Esos son nuestros más grandes y a la vez más benévolos maestros, porque se aprende más del dolor que de la alegría; se aprende más del sufrimiento que del bienestar. Las buenas épocas no las recuerda tan fácilmente, pero los tiempos de dolor y de sufrimiento no se olvidan jamás. Uno suele decir: ¡Qué época tan dolorosa! ¡Qué época tan triste! ¡Cuánto sufrí! ¡Qué dolor moral! Son esos “maestros de Egipto” los que nos llevan inexorablemente a la Sagrada Iniciación, es decir, a la conquista de nuestra naturaleza inferior y a la unión con nuestro Yo Superior, el Alter Ego.
El 21 de diciembre el Cristo Cósmico penetra al centro del planeta, en donde se encuentran el cerebro, corazón y sexo del Espíritu Planetario; éste comulga
con esa Energía del Cristo Cósmico desde el 21 hasta el 24 de diciembre hacia la media noche, momento en el que esa Energía parece un torrente de Luz como un Sol gigantesco que pareciera que brotara del centro de la Tierra, inundando el planeta con Su Fuerza y Su Poder a toda vida manifestada, siendo los más beneficiados nosotros los humanos.
Si nos hemos estado preparando durante las semanas previas a la Navidad con mística, con castidad de pensamiento, palabra y obra, meditando, interiorizándonos, espiritualizando nuestros vehículos, esa noche será prodigiosa. Muchas personas han logrado llegar a la Iniciación en la media noche del 24 de diciembre. A eso es lo que nos invita la Escuela Rosa-Cruz: a que nos preparemos en las semanas previas a la navidad para tratar de recibir la mayor cantidad de esa Energía espiritual del Cristo, para que también nazca en nuestro propio corazón. Es el Cristo interno el que debemos desarrollar, es el Cristo interno el que debemos conquistar y solamente se logra a través de la veracidad, a través de la pureza de pensamiento, palabra y acto, a través del servicio desinteresado.
Esta es una época para servir; por eso en todas las culturas durante este tiempo se dedican a llevar regalos, alimento, ropa, frazadas a los necesitados; es algo del sentimiento crístico que está vibrando en el corazón del ser humano, pero nosotros tenemos que llegar mucho mas lejos, debemos entregar de sí lo más que podamos: conocimiento, amor, servicio.
En la Navidad el ser humano que se prepara espiritualmente se llena de una luminosidad espectacular la cual radía por metros y metros. Esa luminosidad que ha captado de la Energía Crística liberada el 24 de diciembre hacia la media noche puede ser compartida con toda persona que esté sufriendo, con enfermos graves, con personas que sufren de depresión, de angustia, de tristeza, con personas que tiene profundos conflictos. Se llega a esas personas y puede abrirles una puesta gigantesca para que esas encuentren su camino, para que encuentren cómo superar las dificultades, las enfermedades, los problemas, las tristezas por las cuales están pasando.
Ese es el verdadero servicio, ese es el verdadero Espíritu Crístico de la Navidad y eso es lo que debiéramos cultivar como estudiantes de la Escuela de los Rosa-Cruces, pero debemos trabajarlo, porque ese es el Sendero Espiritual del Cristo.
Al Niño-Cristo vienen a visitarlo tres reyes magos que representan no solamente las tres razas por las cuales hemos pasado (negra, amarilla y blanca a la que pertenecemos todos actualmente aunque tengamos tantas mezclas de sangre). Un rey mago negro venido del sur, un rey mago amarillo venido del oriente y un rey mago blanco venido del norte, las razas Lemur, Atlante y Aria, las cuales le rinden culto a la sexta raza-raíz que surgirá dentro de algunos siglos, la raza del Cristo, una raza mucho más espiritual. Los tres reyes magos
también representan en nosotros los poderes del Padre (rey blanco), del Hijo (rey amarillo) y del Espíritu Santo (rey negro).
El rey negro le trae al Niño-Cristo la mirra que es una sustancia que se utilizaba en la antigüedad para ungir los cuerpos, pero también para momificar los cadáveres y que éstos no se corrompieran. Mientras tenemos “buena cantidad de mirra” que no ha sido gastada en los desvaríos eróticos, nuestro cuerpo se mantiene preservado (relativamente joven), pero cuando la mirra se ha agotado nuestro cuerpo se corrompe, se desgasta, se pone ajado y fallece.
El rey amarillo le trae incienso, un elemento de adoración que tiene la característica de elevarse en una columna única; es lo que llaman los Rosa-Cruces la sublimación, la elevación de las energías inferiores convirtiéndolas en fuerza moral y espiritual.
El rey blanco trae el oro, símbolo de la conciencia; es la luz del Espíritu que dirige nuestra vida para evitar que sigamos cometiendo yerros, para evitar que sigamos perdiendo el tiempo lastimosamente sin hacer lo que realmente es importante en la vida: prepararnos, luchar, trabajar, mejorar nuestra propia dignidad interna, educir carácter, educir voluntad. Pero es mucho más: es estudiar, aprender, capacitarnos, educir consciencia, educir sabiduría, inteligencia, comprensión, amor y acción fecunda.
Preparémonos, hagamos algo por nosotros mismos y capacitémonos para que el día de mañana cuando seamos progenitores podamos a su vez mostrarle ese luminoso camino a nuestros hijos y a la juventud, para que ellos no lleven el sendero equivocado, inconsciente, irresponsable, vanal, que lastimosamente han llevado muchos a lo largo de la juventud y edad adulta.
Ligado con la Navidad está Santa Claus, el viejo bonachón vestido de rojo que penetra por la chimenea para dejar los regalos. Cada cultura trae sus símbolos; unos piensan que hay un señor llamado Nicolás que de tanto dar regalos se volvió santo y así sucesivamente. No se hace referencia a un personaje de la historia; representa a la Energía Cósmica, al Padre del Universo el cual se reviste de Fuego Espiritual (en su Tercer Aspecto), símbolo del vestido rojo, es el Fuego de la Vida que penetra constantemente por la cima de la cabeza (la fontanela posterior), desciende por el sistema nervioso autónomo o gran simpático. Es el símbolo del descenso por la chimenea hasta llegar a donde se encuentra el hogar (el fuego de la chimenea).
Es Santa Claus o papá Noel el Fuego de la Vida, que “trae regalos y los deja alrededor del árbol junto al fuego. Es el Árbol del Conocimiento por donde debe reascender el Fuego de la Vida para llenarnos de luz, de consciencia, de salud. Los niños esperan sus regalos con alegría; somos nosotros esperando inconscientemente las dádivas divinas, pues cada diciembre el Cristo Cósmico vendrá al Planeta a entregar Su Vida, Su Energía, Su Poder, para que cada una
de las vidas manifestadas en todos los reinos podamos prepararnos para una nueva etapa en el trabajo evolutivo.
Esa etapa en el trabajo evolutivo es mucho mas fácil de llevar en cuanto a salud, a espiritualidad, a dinero, a trabajo en la primera mitad del año: del 24 de diciembre hasta junio es una época en la cual la Energía del Cristo nos da un impulso muy grande, no solamente en lo espiritual sino tambien en lo material para quien se esfuerza, para quien aprovecha la oportunidad; quien no la aprovecha observará que el segundo semestre del año es vacío, es difícil; internamente no existe nada que pueda guiar nuestra vida porque no se aprovechó el primer semestre del año.
Pero, ¿cómo se aprovecha usualmente el primer semestre el año? Con el desgaste intenso que produce el abuso de la comida, el abuso del licor, el abuso del sexo, el trasnochar, el abuso del cuerpo. Entonces, los talentos que nos ha dado la Vida Cósmica se pierden después de la Navidad.
Es esa energía tremenda, poderosa que hace que la humanidad se dedique a hacer fiestas (muy sanas y necesarias de por sí), y a gastar ese capital que le han dado para que lo administre sabiamente durante el primer semestre del año.
El 24 de diciembre la persona que desee tomar contacto en mayor proporción con la Energía del Cristo Cósmico, debiera aislarse más o menos desde las once y media a las doce de la noche; relajarse, respirar con la mayor mística posible, hacer alguna práctica de meditación o de oración.
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