martes, 20 de mayo de 2014

Ángel Mebahiah 23 de julio.

Atributo: Dios eterno.
Planeta: Mercurio.
Coro Angélico: Arcángeles.
Sefiráh: Hod.
Horario de regencia: de  18   a 18:20 horas.
Se lo invoca para:
·       Tener fecundidad.
·       Proteger nuestra moral y religión.
·       Tener ayuda en cualquier entendimiento que uno esté.
Los nacidos bajo su regencia:
Los nacidos bajo esta regencia se distinguen por sus buenas acciones, por su piedad y su celo en el amor a Dios y a todos los hombres. Sabrá el camino que deberá seguir, entenderá los misterios divinos y no medirá esfuerzos para implantar en los hombres las verdades divinas. Será propagador activo de conceptos religiosos y conservación de la moral. Siempre disponible, se sentirá bien trabajando para el bienestar de la comunidad. Su  vida tendrá solo encanto cuando encuentre compañeros que seguirán su viaje por toda la vida. Siente necesidad de que su vida tenga continuidad a través de sus hijos. Comprenderá los acontecimientos principalmente los inesperados, resolviéndolos siempre con ideas creativas. No tendrá apego a las cosas materiales que las considera apenas como la consecuencia lógica de la persistencia en el trabajo. Le gustará cuidar su cuerpo especialmente con respecto a los músculos. Su ángel se manifiesta espontáneamente cuando defiende a alguien que fue agredido injustamente o por curaciones a través de la imposición de manos. Tendrá un alma mística y enigmática que siempre lo verán como un ser elevado aunque sea incomprendido.
Cita bíblica:
Pero tú, Señor, reinas eternamente;
tu nombre perdura por todas las generaciones.
Salmo 102:12

MEBAHIAH: ‘LA LLEGADA DE UN ALMA NOBLE Y ELEVADA’

Doce años, doce largos y penosos años habían transcurridos ya desde que el Maestro constructor, el fornido Mebahiah contrajera matrimonio con la bella Yesiah, y sin embargo la Gracia Divina no había visitado aun su morada permitiendo que el vientre materno de su amada esposa fuese fecundado.
Una profunda decepción se habla apoderado del Maestro. No comprendía como otras familias tenían hijos y más hijos, mientras que ellos por mucho que trabajaban y servían no eran recompensados con esa dicha.
Mebahiah hubiese dado todas sus riquezas si a cambio conseguía que un alma eligiera venir a su casa. Ya no era un joven, y aunque con su fuerza física era capaz de transportar el universo sobre sus espaldas, no podía decir lo mismo de su fuerza espiritual.
Aquellos doce años de espera habían acabado con su fe, con su esperanza. Ya no creía en nada, y aquello le había convertido en un ser distante, insociable y brusco.
Cierto día, llego al pueblo un enviado de palacio con un edicto proclamado por el rey:
-El Soberano recompensara con el logro de cualquier deseo a aquel que le consiguiese construir un Templo.
Linda, la esposa de Mebahiah se puso muy contenta al conocer la noticia, y con ese entusiasmo fue al encuentro de su esposo, pues tenía la ilusión de que se presentara.
Pero pronto aquella esperanza se desvanecería. Su esposo no quería oír hablar ya nunca más de trabajos de construcción. Había dedicado toda su vida a ello, y para qué, ¿que había conseguido?.
El tiempo transcurrió y Mebahiah seguía alimentando aquel odio, pero a pesar de ello, no pudo evitar recibir aquella visita.
-Veo que estas afligido por un profundo dolor -dijo aquella suave voz a sus espaldas -.
Mebahiah se volvió un poco molesto, pero tuvo que reprimir sus acaloradas palabras, pues ante él estaba el rey.
-Majestad, vos en mi humilde casa -saludo respetuosamente el Maestro constructor -.
-No os asustéis, mi visita es desesperada. Mi cuerpo envejece con el paso de los años y he aquí que mi espíritu esta sediento de luz y no encuentra un lugar sagrado donde saciar su ansia. En palacio se han reunido los mejores constructores de todos los reinos, pero ninguno de ellos consigue elevar las columnas del Templo. Tan solo buscan prestigio, honores, riquezas, y lo que hoy construyen mañana aparece destruido. ¿Comprendéis ahora mi dolor? Pero. ¿Decidme, cual es el vuestro?, pues en vuestro rostro puedo leer los rasgos de la amargura -pregunto el rey -.
Mebahiah explicó los motivos de su aflicción al Soberano y este lamento no poder satisfacer su necesidad. Viendo que nada podría ofrecer, decidió no pedir nada.
Pero el Maestro comprendió que debía romper su silencio y servir a su rey. Y así se lo hizo saber.
Al cabo de nueve lunas, las columnas del Templo se elevaron y ya nunca más se desvanecieron. El rey ya tenía un Santuario donde dar gozo a su espíritu, pero aquel no sería el único logro, pues Mebahiah y Linda vieron como su familia aumentaba, y ello gracias al nacimiento de un alma noble y elevada que desde el cielo decidió visitar la morada del Maestro Constructor.

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