Atributo: Dios por encima de todo.
Planeta: Mercurio.
Coro Angélico: Arcángeles.
Sefiráh: Hod.
Horario de regencia: de 17 a
17:20 horas.
Se lo invoca para:
Abandonar vicios y malas compañías.
Tener protección en los viajes.
Liberarnos de nuestras propias
obsesiones.
Influenciar las ganancias monetarias
provenientes del trabajo honesto.
Los nacidos bajo su regencia:
Las personas nacidas bajo esta
regencia tendrán un temperamento vigoroso y fuerte soportando cualquier
adversidad con benevolencia, paciencia y
coraje. No tiene miedo al trabajo y tiene gran habilidad manual si fuese mujer
podrá ser una excelente decoradora, consiguiendo captar con su intuición los
puntos fuertes del lugar, utilizando a través del conocimiento símbolos mágicos
y diferentes energías para proteger el lugar de influencias negativas. Respecta
a las personas con moral, inteligencia y sentimientos pues sabe que estos
valores ennoblecen el alma y constituyen una buena existencia en la tierra.
Estará siempre integrado en asuntos sociales o políticos pues inspira mucha
confianza en muchas personas. Tendrá facilidades financieras para proyectarse
incluso internacionalmente. Aprenderá de sus errores y no se deja llevar por
instintos. Es optimista, expresivo y prudente.
Cita bíblica:
¡Alabaré al Señor por su justicia! ¡Al
nombre del Señor altísimo cantaré salmos!
Salmo 7:17
IMAMIAH: ‘LA MUSICA DE LAS ESFERAS’
Siempre se reían de él, pues decían
que era cursi y débil como una flor. La verdad es que si lo comparaban con la
corpulencia y fortaleza de sus hermanos, Ilaliah era un insignificante y
sensible ser.
En aquellos días, la vida no era
fácil. Rara era la vez que no se recibían noticias de países que habían sido
asediados y conquistados por legiones de hombres rudos y violentos, sedientos
de sangre y ambición.
Hombres sin escrúpulos cuyo único
objetivo era sembrar el pánico, el terror y la maldad entre los habitantes de
los demás pueblos.
El padre de Ilaliah era el soberano de
aquella rica comarca. Su poder se extendía a través de un vasto reino y durante
22 años había gobernado disfrutando de la paz.
Sin embargo, ese estado de plenitud
iba a ser alterado, puesto que una tropa de barbaros guerreros se dirigían
hacia su tierra y aquello solo podía significar una cosa, la guerra.
Nada más supo la noticia reunió al
Consejo de los Sabios y a sus hijos, debía consultar con ellos, pues estaba
desconcertado.
-¿Que podemos hacer sabios consejeros?
-pregunto muy preocupado -.
-Debemos parar su avance antes de que
crucen nuestras defensas y lleguen a palacio -le advirtió uno de sus hijos -.
-Tiene razón el príncipe Arul,
Majestad, hemos de pararles -expreso el Consejero -.
-¿Que me sugerís pues? -pregunto una
vez más el rey -.
-Dejadme salir a su encuentro -se adelantó
su hijo Arul -, yo les parare.
Así fue acordado y así se cumplió. El
valiente Arul partió con una gran tropa para hacer frente al enemigo.
Confiaba en su poder y bravura, pero
no serían suficientes, pues al cabo de dos lunas, volvió derrotado. Su ejército
había sido diezmado.
Viendo aquella derrota, otro de sus
hijos propuso ser el quien probase suerte. El rey que no sabia que hacer,
accedió a su petición y su segundo hijo busco al enemigo para poder vencerle.
Pero no sería mejor su suerte.
Transcurrió una sola Luna y el bravo guerrero volvió desolado y vencido.
El tercero de los hermanos, indignado
y enfurecido por aquellas humillaciones, solicito a su padre que le dejase
partir, pues debía vengar el honor de su familia. y su petición también fue
concedida.
Al mando de los pocos hombres que
quedaban en palacio, el orgulloso y osado joven busco al enemigo con la
esperanza de poder vencerle y vengar las suertes de sus amigos.
Pero al tercer día de su partida,
volvía mal herido y sin haber conseguido su objetivo.
Nadie podía salvar ya al rey. Sus tres
hijos más valientes habían fracasado y nadie se atrevía a intentarlo.
Sin embargo, había olvidado como
siempre a Imamiah, el delicado y sensible Imamiah.
-Padre -le dijo -, dejadme siete arpas
y yo os liberare del enemigo.
Todos rieron al oír aquella solicitud,
mas su padre que ya no le quedaba ganas de reír, miró a los ojos de su hijo más
pequeño y vio una extraña luz, y le dijo:
-Toma cuanto quieras y que la Diosa
Netzah te proteja.
Imamiah tomo las siete arpas y reunió
a siete hombres que siguiendo sus instrucciones tocaron una bella melodía.
De repente el cielo se abrió y una
sinfonía celestial partió de él. La Música de las Esferas tenía un gran poder y
el enemigo se fundió en aquella armonía olvidando todo deseo de maldad.
La paz sobrevivió y ya nadie se reiría
más del sensible y delicado Imamiah.
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