Atributo: Dios fin de todas las
cosas.
Planeta: Luna.
Coro Angélico: Guardianes.
Sefiráh: Yesod.
Horario de regencia: de 23:40 a 24horas.
Se
lo invoca para:
·
Protegernos contra operaciones mágicas de
las cuales no tenemos conocimiento.
·
Ayudarnos a tener flexibilidad en lo
emocional.
·
Proteger a pobres y sufrientes.
·
Ayudarnos a ver nuestras trabas
emocionales.
Los
nacidos bajo su regencia:
Las personas nacidas bajo su influencia serán célebres
por sus descubrimientos maravillosos, descubrirán secretos de la naturaleza y
siempre tendrán palabras de fuerza y coraje contra la maldad y la injusticia.
Gusta de los cambios porque son renovadores, siempre reformulan su forma de
pensar. Detesta las cosas ilusorias y siempre estará ayudando a las personas
que salen de estados opresivos o deprimentes. Buscan incesantemente la verdad
para alcanzar una situación más objetiva de la vida. Estará dotado de una
fuerza superior, pudiendo desencadenar acontecimientos para sí y los demás que
necesiten de su iniciativa. Batallará por ideales y trabajará en forma
magnífica reservando una especial atención al estudio de las leyes. Atraerá
riqueza y poder a través de sus palabras y será un profundo conocedor entre la
relación del macro microcosmos.
Cita
bíblica:
¡Ya
puedes, alma mía, estar tranquila,
que el Señor ha sido bueno contigo!
que el Señor ha sido bueno contigo!
Salmo
116:7
MUMIAH: ‘SIN MIEDO A LA
MUERTE’
Muchas experiencias de la vida son duras, pero ninguna lo es tanto como la pérdida
de un ser querido, y sin embargo, esta opinión que es muy popular no parecía
ser compartida por Yesod, la Joven Yesod, que en aquellos momentos se despedía
de su amado abuelo, el anciano Mumiah.
-No debes estar triste pequeña, la tristeza no es buena
para el corazón, y además envejecerás antes.
Eran las palabras de un moribundo que luchaba por no
dejar una huella amarga en el recuerdo de la joven.
- Como puedo estar feliz cuando te estas muriendo?
-contesto con desolación Yesod, al tiempo que hacia un desesperado intento para
no llorar -.
-Hija mía, he vivido 72 años y me siento orgulloso de
ello. La vida es hermosa, pero tan solo es un reflejo de la belleza que le
aguarda allí donde voy. Soy feliz porque he cumplido con mi trabajo y ahora
como un fruto maduro debo dejar esta tierra para renacer en otra.
-Pero abuelo, ¿como puedes estar tan seguro de lo que
dices? -pregunto angustiada la Joven -.
-Ja, ja, ja -sonrió dulcemente el anciano -, los años hija
mía, los años nos hace sabios, ¿acaso la naturaleza entristece cuando uno de
sus árboles da sus frutos maduros a la tierra? No, todo lo contrario, se
enorgullece, pues ese fruto lleva una nueva semilla y será con su muerte que le
permitirá renacer, brotar y crecer, convirtiéndose nuevamente en árbol. Lo
entiendes pequeña? Todo en la vida sigue esa ley de renacimiento y cambios.
La joven Yesod quedo pensativa. Aquellas palabras
habían despertado su conciencia y ahora veía las cosas de distinta manera. Amaba
a su abuelo, y sin embargo, ahora no se sentía infeliz por su marcha, estaba
segura que allí donde renaciera todos estarían encantados de recibirle.
Los años pasaron y aquella joven creció siguiendo los
consejos que tan sabiamente le había legado el anciano. Desde aquel día, Yesod
se prometió que no desfallecería en su empeño de compartir con los demás la
inmensa riqueza que había heredado de su abuelo.
Cierto día, y de manos de la desgracia, estallo una
guerra. Durante siete sangrientos días, los pueblos se arrasaron y los campos
quedaron devastados.
El sufrimiento, el dolor y la desolación eran la única
atmosfera respirable y se hacían ya tan insoportables que muchos buscaron
refugio en el suicidio.
Yesod también era víctima de aquella situación, pero su
actitud era muy distinta. Saco coraje de donde podía haber flaqueza y se
entrego por entero al servicio de las necesidades.
Eran tantos que apenas si le quedaban fuerzas para
atenderles a todos, pero no desfallecía, el cansancio no conseguía abatirla, y
gracias a sus infatigables esfuerzos, muchos enfermos encontraban alivio, y
aquellos que cegados por la desesperación quisieron quitarse la vida. Pronto
cambiaron de opinión, pues las sabias palabras de Mumiah, el noble anciano, se
habían renovado con mas fuerza en el espíritu de Yesod, que se convertiría en
una sublime luz que alumbraría sus vidas.
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