Nombre: Leuviah, “Dios que socorres a
los pecadores”.
Coro: Tronos, Ángeles al servicio de
Binah-Ley.
Lo que otorga:
Conseguir la Gracia de Dios en el
dominio de la fecundidad.
Recuperar la memoria y recordar cosas
olvidadas.
Soportar las adversidades con
resignación.
Potencia la inteligencia y la
comprensión.
Vencer el desespero y la desbandada
moral. La alegría vence a la tristeza.
Lección: Hacer un buen uso de la
imaginación creadora.
Planeta: Urano.
Sefiráh: Jojmá.
Horario de regencia: de 6 a 6:20
horas.
Se lo invoca para:
Brindarnos inspiración poética y
artística.
Otorgarnos la gracia divina a la
fecundidad.
Aumentar nuestra memoria y nuestra
inteligencia.
Cita bíblica:
Me sacó de la fosa de la muerte, del
lodo y del pantano; puso mis pies sobre una roca, y me plantó en terreno firme.
Salmo 40:2
Los nacidos bajo su regencia:
Es amable, jovial, modesto en sus
palabras y en su manera de ser. Soportará todas las adversidades con paciencia
y resignación porque sabe que esto es una forma de evolución material y
espiritual. Extremadamente curioso, está dispuesto a aprender de cualquier
experiencia realizada. Tendrá refinamiento cultural, amará la música, la poesía
y las artes en general. Tendrá protección Angélica contra los adversarios o
aquellos que quieran perjudicarlo y esta protección es una gran muralla de luz
etérica invisible a los ojos de las personas comunes. Tendrá completo dominio
sobre los acontecimientos de su vida y alcanzará la gracia de Dios cuando
permanezca firme y decidido en la lucha por sus ideales.
LEUVIAH: “LA VERDADERA MEMORIA”
Leuviah tenía todo lo que un joven de
su edad podía desear, una familia que lo quería, amigos con los que poder jugar
y era adorado por las chicas de su escuela.
Sin embargo, no era totalmente feliz,
solo una cosa se lo impedía, solo su mala memoria.
No le importaba mucho si tan solo le
fuese importante para estudiar, empleaba el doble de tiempo que su compañeros,
pero al final conseguía, aunque con esfuerzos, aprobar. Lo que más le preocupaba era que no recordaba
nada de su infancia, parecía como si nunca hubiese sido pequeño y aquello le
hacia sentirse un poco perdido.
A veces el mismo se consolaba cuando
comprobaba con no poca desilusión como había olvidado lo mas elemental.
Hablaba y se comprometía con los
amigos a hacer cosas y luego no se acordaba de nada, y muchas veces estos se
enfadaban con él, pero lo que no sabían era que el que más se castigaba era el
mismo por no lograr acordarse.
Aquel problema llegó a obsesionarle
hasta tal punto que mientras dormía sufría pesadillas. Cierta noche cuando su
alma se encontraba transitando por el Mundo de los sueños, tuvo una experiencia
que vendría a cambiar toda su vida. Pero veamos que le sucedió.
Se vio en una habitación muy oscura,
alumbrada tan solo por una vela que despedía una tenue luz. A pesar de
reconocerse, su rostro representaba mayor edad. Se encontraba reclinado sobre
sus rodillas y en su mano sostenía una afilada espada. De repente sus manos se
elevaron y aquel arma se introdujo en su cuerpo poniendo fin a su vida.
Lauviah sufrió una fuerte impresión,
pero aquella voz vino a tranquilizarle.
-Lauviah, fíjate en ese cuerpo y
observa lo que ocurrirá.
Así lo hizo el aturdido joven y vio
como de él salía una forma de luz, era el mismo pero resplandeciente. Aquella
luz tomo un sendero que le aguardaba y en el encontró a un instructor que le
explico que había cometido un grave error y que para rectificarlo debería
volver a nacer y volver a morir, pues aquella muerte suicida había interferido
en su evolución, haciéndole olvidar todo cuánto había aprendido, y si no volvía
pronto a aquel mundo, no podría devolverle la memoria de lo que aprendió.
De este modo Leuviah vio como aquella
luz resplandeciente se reencarnaba en un nuevo cuerpo que lo abandono cuando
contaba tan solo unas horas de vida, retornando de nuevo a aquel mundo de luz.
Ya en él, aquel alma recibió la memoria que perdió, advirtiéndosele:
- Cuando vuelvas a nacer olvidarás
cosas, tal vez muchas cosas, pero ten la seguridad de que algo no olvidarás.
¡Contra la vida jamás se ha de atentar!
Leuviah se despertó muy impresionado
pero gozoso de felicidad. Ya no le importaba olvidar algunas cosas, pues había
podido recordar lo más primordial.
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