ANIEL:
Atributo: Dios virtuoso.
Planeta: Júpiter.
Coro Angélico:
Dominaciones.
Sefiráh: Jesed.
Horario de regencia:
de 12
a 12:20 horas.
Se lo invoca para:
Impulsarnos a resolver
situaciones difíciles.
Promover la armonía entre
personas diferentes.
Revelarnos secretos sobre
la naturaleza.
Tener inspiración en
conferencias y meditaciones.
Ayudarnos a que nos
expresemos más fácilmente.
Los nacidos bajo su
regencia:
Será una celebridad que se
distinguirá por sus talentos y por sus mensajes de entusiasmo y buen astral. A
veces se tornará satírico con ideas locas y revolucionarias pero lo que puede
exponer al público será significante. Sólo aceptará una oferta de trabajo o una
mayor condición social, si no fueran contrarias a sus inspiraciones
espirituales. Su firme autocontrol le impedirá ceder a tentaciones
acomodaticias. Sus mentalizaciones para un mundo mejor a través de oraciones o
meditaciones favorecen en especial a todos los que tienen un ángel de regencia
de esta categoría. Tendrá un pequeño círculo de amigos constantes y fieles,
posibilidad de casarse joven escogiendo muchas veces personales más viejas.
Luchará por el bienestar de sus hijos quedando triste si ellos no aprovechan las oportunidades
ofrecidas. Gozará muchos privilegios, obteniendo buenos resultados en
concursos, disputas públicas o literarias.
Cita bíblica:
Restáuranos, Señor, Dios Todopoderoso;
haz resplandecer tu rostro sobre nosotros, y sálvanos.
Salmo 80:19
ANIEL: ‘SECRETOS DE LA
NATURALEZA’
Las clases de naturales
solían ser muy aburridas, y en eso todos los niños estaban de acuerdo. El
profesor hablaba, hablaba y lo único que conseguía era dormir a los alumnos.
Esto era así hasta tal punto que para muchos cuando llegaba el día en que
tocaba naturales se ponían incluso enfermos.
Bueno, esto fue así, hasta
que un día y quién sabe si por manos del azar o porque la vida quiso gratificar
los esfuerzos de aquellos niños, Don Javier, el profe que tenía el arte de
aburrirles, sufrió un desafortunado accidente que le impediría asistir a clase
durante todo el curso.
Aquella situación aunque venía
a cambiar un poco las cosas, tampoco fue recibida con mucho agrado. Tenían un
recuerdo tan malo de naturales que el sustituto de Don Javier, difícilmente
podría cambiar aquella visión.
Pero se equivocarían,
puesto que en el primer día de clases con el nuevo profesor, Don Aniel, muchos
se llevaron una grata sorpresa.
-Bien -dijo Don Aniel tras
haberse presentado y comprobar la apatía general de los alumnos -, vais a
guardar vuestros libros y nos prepararemos para hacer una expedición al campo.
Hoy vamos a estudiar el ciclo de crecimiento de las plantas.
Aquellas palabras eran tan
desconocidas, que bueno, al principio todos se miraron muy sorprendidos, pero
al final todos expresaron su respuesta del mismo modo.
-bien! -exclamaron unos,
mientras que otros se limitaron a cumplir con premura los consejos del profe -.
Sin darse cuenta, ya se
encontraban en camino. Entre brincos y carreras, Don Aniel fue poniendo orden.
Al poco tiempo llegaron a una zona donde la vegetación crecía abundantemente y
comprendió que ese lugar era magnifico para llevar a cabo su experiencia.
Los alumnos se vieron poco
a poco interesados por lo que Don Aniel les contaba. El contacto con la
naturaleza fue ganando su atención y la prueba de ello eran aquellas preguntas
que el profesor debía responder.
- ¿Porque los arboles dan
frutos? -pregunto uno de los más despiertos del grupo -.
-Bueno. Tal vez tus
compañeros sepan responderte -contesto Don Aniel intentando dar participación a
los demás -. Pero ninguno de ellos supo contestar.
-Dejadme que os cuente una
historia y tal vez al final sepáis responder:
Existió hace mucho tiempo
un rey muy poderoso llamado Kether. Era muy afortunado, pues tenía dos sabios
consejeros, Hochmah y Binah. Sin embargo, un día se dijo que debía crear un
reino en el que poder reinar, pues Hochmah quería aumentar su sabiduría y Binah
su inteligencia.
Con este propósito, el rey
Kether reunió a sus dos consejeros y les dijo: ¿Que necesitáis para llevar
acabo vuestro plan?
Hochmah le pidió
convertirse en fuerza fecundadora, y Binah en fuerza cristalizadora. Bien -dijo
el rey-, os será concedida, y en gratitud a vuestros esfuerzos, yo seré fuerza
inseminadora. De este modo, Kether se convirtió en semilla, Hochmah en agua
fecundadora y Binah en tierra fertilizadora, y unieron sus fuerzas consiguiendo
un reino en el que todos podrían reinar. Aquel reino seria Hesed, y fue
reconocido como el heredero de los tres.
Aquel reino fue fecundo y
dio muchos frutos, y tanto el rey como sus dos consejeros vivieron felices con
su obra.
Don Aniel puso fin a su
relato y apenas si lo había hecho, cuando ya uno de los alumnos tenía su mano
levantada.
-Don Aniel -dijo -el fruto
es como el reino de Hesed, es la obra de la creación. Es la meta que todos
debemos perseguir, ¿no es así? -cuestionaba aquel inteligente alumno -.
-Así es -contesto Don
Aniel -, veo que habéis aprendido la lección.
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