Atributo: Dios eterno.
Planeta: Sol.
Coro Angélico: Principados.
Sefiráh: Tiferet.
Horario de regencia: de 14:20
a 14: 40 horas.
Se lo invoca para:
Proteger a magistrados para vencer en
los procesos judiciales.
Tener coraje para enfrentar
adversidades.
Protegernos contra armas blancas o de
fuego.
Los nacidos bajo su regencia:
Amará los viajes, será instruido y
todos sus emprendimientos tendrán éxito. Será célebre por sus actos de talento
y coraje. Luchará por mantener vivas las tradiciones y será investigador de
hechos históricos y aclarará situaciones oscuras dentro de la historia.
Fácilmente tendrá recuerdos de encarnaciones anteriores que le servirán para
entender las partes oscuras de la historia. Es generoso en el trabajo y siempre
dará oportunidad a todos pues cree solamente que a través del trabajo se conquista un ideal.
Nunca se dejará dominar por el desánimo y nada impedirá alcanzar objetivos.
Será seguro, hábil e incapaz de arriesgar su reputación en situaciones
sospechosas, dejando que todo se desenvuelva de forma espontánea, manifestará
siempre su amor de forma constructiva y defenderá sus sueños que estarán
relacionados a la familia, el lugar donde viven y los valores culturales. Será
respetado y admirado y capaz de encontrar solución a todos los problemas.
Cita bíblica:
Señor, acepta la ofrenda que brota de
mis labios; enséñame tus juicios.
Salmo 119:108
YLAHIAH: ‘LLAMANDO A LOS LADRONES’
No era la primera vez que ocurría, y
la vecindad comenzó a sentir verdadero miedo. En tan solo un mes habían robado
en cinco ocasiones en diferentes casas, y ya se preguntaba ¿cuando le tocaría a
ellos?
Los últimos sucesos se habían
convertido en el único tema de conversación que se comentaba en todos los
hogares del barrio, en el bar, los comercios, en la peluquería, incluso en la
escuela, y a veces las discusiones llegaron a enfrentar a los que la mantenían.
Este fue el caso de Samiel y de Ylahiah.
Ocurría que Samiel había sido una de
las víctimas de los robos y se sentía muy dolido porque los ladrones se habían
llevado algo de mucho valor para él.
Pero aquella decepción no era
compartida por Ylahiah, y esa opinión vino a empeorar su estado de ánimo, el
cual exploto violentamente alcanzando a su amigo de toda la vida.
-Veo que te alegras de lo que ha
pasado, siempre he sabido que no te agradaba que yo tuviese un ordenador y tú
no -acusó el dolido Samiel-.
-¿Cómo puedes pensar tal cosa?, acaso
me crees tan ruin? -le contestó muy afectado Ylahiah-.
-Entonces, ¿cómo es que defiendes a
los ladrones? -le retó violentamente Samiel -.
-¿Acaso has olvidado lo que nos han
enseñado en la escuela? -le cuestionó Ylahiah -.
-¿A qué te refieres?, pues en la
escuela nos han enseñado muchas cosas -preguntó interesado Samiel-.
-Recuerdas que Cristo dijo a los
hombres: “no acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín los
corroen, y donde los ladrones horadan y roban” -le contestó dulcemente Ylahiah
-.
-Si recuerdo que hemos estudiado ese
pasaje -dijo su amigo -, ¿pero qué tiene que ver esto con que me hayan robado
el ordenador?
-No lo entiendes, tú nunca has querido
compartirlo con los demás. En ocasiones te han pedido ayuda y tú la has negado
excusándote en que se estropearía. Lo único que hacías era defenderte de
nosotros. Tu celo por poseer lo que los demás no tienen, esa es la causa de que
te hayan robado -explico Ylahiah-.
-Como te atreves a insultarme de esa
manera? Creí que eras mi amigo y resulta que lo único que eres es un envidioso.
Déjame tranquilo.
Era evidente que Samiel no había
aceptado la sugerencia de Ylahiah. y lo que era aún peor, aquella conversación
vino a empeorar aún más las cosas.
Paso el tiempo, y la presencia de los
guardianes del orden pareció ahuyentar a los ladrones.
Samiel que se había comprado otro
ordenador, se encontró cierto día con su ex-amigo Ylahiah y quiso mofarse de
sus teorías.
-¿Qué me dices ahora de tus
enseñanzas? Como bien sabrás tengo un nuevo ordenador y sigo sin querer
compartirlo. Ahora tenemos guardianes, ¿porque no me lo roban?, pues según tu
estoy provocando a los ladrones.
Las palabras de Samiel no quisieron
ser escuchadas por Ylahiah, pues comprendía que sería perder el tiempo.
Pero la vida es sabia y sabe poner a
cada uno en su sitio, y así lo hizo con Samiel.
Acababa de llegar a casa y encontró a
sus padres entristecidos. No tardo en saber que los ladrones habían entrado en
su casa, pero lo extraño de ello resulto ser que tan solo se habían llevado su
ordenador.
Desde aquel día Samiel gano en
sabiduría, y también en amigos, pues siguió al pie de la letra las palabras que
Ylahiah le transmitiera.
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