Atributo:
Dios nuestro del universo.
Planeta:
Luna.
Coro
Angélico: Guardianes.
Sefiráh:
Yesod.
Horario
de regencia: de 23:20 a 23:40 horas.
Se lo invoca para:
·
Tener coraje y valentía para enfrentar
peligros.
·
Liberarnos de vínculos con persona que nos
quieren oprimir.
·
Sentirnos en paz y tener fuerza, valentía,
talento y seguridad en todas las actividades.
Los nacidos bajo su regencia:
Las
personas bajo su influencia luchan cualquier tipo de injusticia. Saben
discernir entre lo correcto y lo incorrecto. Su manera de pensar esencialmente
correcta se espeja en su comportamiento. Su existencia es sinónimo de
abundancia y felicidad. Se sentirá seguro cuando tiene el apoyo de
su cónyuge y de su familia que nunca serán fuente de problema para él.
Deberá recordar que todo momento difícil lo lleva al crecimiento espiritual. Es
una persona Fiel y preocupada en su vida particular. Necesita momentos de
aislamiento aunque no le gusta vivir solo. Su ritmo de trabajo es rápido,
obteniendo los beneficios generalmente antes de lo previsto.
Cita bíblica:
Por mi parte,
daré muchas gracias al Señor;
lo alabaré entre una gran muchedumbre.
lo alabaré entre una gran muchedumbre.
Salmo 109:30
HAIAIEL: ‘LA
DERROTA DEL CABALLERO NEGRO’
La
princesa Aura acababa de cumplir su mayoría de edad y aquellas 21 campanadas
anunciaban con armonioso compas aquel acontecimiento.
Debía
sentirse muy feliz, pues todas las doncellas sobaban con ese momento, sin
embargo, aquella hermosa flor, tan cálida y suave, se sentía embargada por una
profunda tristeza. El día más esperado de su vida se estaba convirtiendo
también en el más amargo.
Tan
solo podía haber una razón para que la joven Aura se sintiera tan apenada.
-
Hija mía, hoy cumples tu mayoría de edad y ha llegado el momento de buscarte un
esposo -le dijo su padre, el rey de Lumer, la tierra del talento -.
-Pero
padre aun soy joven y lo que es más importante, no estoy enamorada -contesto la
princesa ruborizándose -.
-Tonterías, ya tienes edad, y en cuanto al amor no te preocupes, tendrás tiempo
para ello – dijo tenazmente el rey -. Debes prepararte, pues en la próxima luna
se celebrara un torneo, aquel que venza será el caballero que te desposara. No
hay nada más que hablar.
La
princesa se retiró a sus aposentos y lloro hasta quedar rendida.
Y
el día del torneo llego. La noticia que había proclamado el rey llego hasta
todos los lugares y de los más remotos confines de la tierra, fueron llegando
caballeros con el único deseo de ser esposo de tan delicada flor.
Durante
siete días estuvieron compitiendo y ya tan solo quedaban dos finalistas que se
enfrentarían en un último duelo.
Aquellos
dos caballeros eran sin duda los más diestros. Uno se distinguía por su
habilidad en el manejo de la espada, el otro por un extraño poder malévolo.
Todos
esperaban que la destreza ganase la partida a la crueldad, pero se
equivocarían, pues el caballero negro no dio oportunidad para que su rival se
defendiera.
Un
grito surgió de las gargantas de todos cuantos estaban asistiendo al
espectáculo. Aquel acto de cobardía había sido traicionero, pero nadie se
atrevió a hacerle frente a aquel sanguinario guerrero.
-He
ganado mi derecho. Entregadme a la princesa -dijo el ganador del torneo -,
mientras que amenazaba al rey con su espada.
Ante
las miradas de asombro del pueblo, el caballero negro se llevó a la dulce Aura,
sin que nadie le opusiera resistencia.
Pasaron
los días y el rey cayó enfermo de desesperación. Se sentía culpable de lo que
le había sucedido a su hija, y no sabía que hacer.
Cierto
día, llego al palacio un humilde escudero quien decía poder salvar a la
princesa. Muchos se rieron de él, sin embargo, fue recibido por el rey.
-Decís
que podréis salvar vos solo a la princesa -pregunto sin convicción el rey -.
-Forjadme
una armadura y una espada con este metal que os entrego y os lo demostrare
-contesto seguro de si el apuesto joven -.
-
¿Cómo os llamáis muchacho? -pregunto intrigado el Soberano -.
-Mi
nombre es Haiaiel, señor, vuestro más humilde servidor.
A
la mañana siguiente, el osado Haiayel recibió una armadura plateada y una
espada que despedía una luz poderosa, y con ellas partió en busca del caballero
negro.
Cuando
le encontró, mantuvieron una terrible lucha. Las fuerzas del mal combatían con
celo y astucia, pero esas armas no eran suficientes para vencer a las fuerzas
del bien, quien superando aquella magia negra, consiguió la victoria definitiva
sobre ella.
La
princesa fue rescatada por aquel valeroso escudero, quien al llegar a palacio y
por la gracia Divina encomendada al Soberano, fue nombrado caballero. Ya no
marcharía de aquel reino, pues la princesa Aura no le permitiría hacerlo.
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