martes, 1 de julio de 2014

Ángel Harahel 10 de octubre.


Atributo: Dios conocedor de todas las cosas.
Planeta: Venus.
Coro Angélico: Virtudes.
Sefiráh: Netzaj.
Horario de regencia: de  19:20 a 19:40 horas.
Se lo invoca para:
Atraer la fecundidad a las cosas estériles.
Encontrar objetos de valor perdidos.
Ayudarnos al pago de cuentas atrasadas.
Que los hijos sean amables y obedientes con sus padres.
Curar problemas en órganos reproductivos, principalmente en los femeninos.
Favorecer a corredores de valores, agentes de cambio o bolsa.
Proteger a las personas que trabajan en organismos públicos, archivos, bibliotecas.
Proteger a los que posean cualquier tipo de colección de cosas raras y preciosas.
Los nacidos bajo su regencia:
Quien nace bajo su influencia será ávido de conocimiento, buscando instruirse en todas las ciencias. Será poseedor de un enorme carisma y se distinguirá por sus virtudes, nobleza de espíritu, amor agradable y valentía o coraje. Su espiritualidad será tan rica que recibirá sus enseñanzas con paciencia y dedicación. Podrá ser un canal para curación. Podrá hacer pinturas canalizadas, trabajar con oráculos y a edad madura, en forma inesperada, ganará dinero para utilizarlo  en gran parte en el cumplimiento de su misión en la existencia terrena. Tendrá buen relacionamiento familiar viviendo en armonía con los hijos. Tiene un gran deseo de vivir y adora explorar lo desconocido. Es un gran estratega de la vida y estará siempre dispuesto a regenerar a las personas marginales de la sociedad.
Cita bíblica:
Desde la salida del sol hasta su ocaso, sea alabado el nombre del Señor.
Salmo 113:3
HARAHEL: ‘LOS CUATRO RIOS’
Algo extraño, muy extraño estaba sucediendo en la fértil comarca de Merjup.
Los cuatro ríos que bañaban sus tierras se habían secado. La espesa vegetación que cubrían sus campos estaba muriendo. Los animales huían despavoridos intuyendo que un terrible mal estaba asolando aquel territorio, y las mujeres que habitaban aquella región no podían tener hijos.
Lo que un día fue un reino rico y fértil, se había convertido en pobre y estéril. Pero, ¿qué estaba sucediendo? ¿Acaso era una terrible plaga con la que el Creador les estaba castigando?
Aquellas y otras muchas, eran las reflexiones que se hacían los sabios del reino. Su rey el admirable Hod, que siempre había sabido guiar sabiamente a su pueblo, ahora se encontraba desorientado y muy contrariado.
Viendo que aquella situación se hacía cada vez más insostenible, el rey reunió a sus doce consejeros, pues tenía una proposición que hacerles.
- Queridos amigos y sabios consejeros. He meditado mucho la situación y al igual que a vosotros, las horas de sueño han desaparecido. No tengo una solución, no tengo una respuesta, lo único que me queda es el valor. Es por ello que mañana al alba, partiré en busca de soluciones y de respuestas.
Las palabras del rey fueron escuchadas como siempre con un profundo respeto, pero su mensaje había despertado un expresivo revuelo que les llevo a replicar:
- No Majestad, no podemos permitir que afrontéis esa empresa. Cualquiera de nosotros está dispuesto a…
No pudo terminar de hablar, cuando una voz interrumpió su discurso.
-Yo lo haré. Yo partiré mañana al alba y conseguiré encontrar la solución, la respuesta.
Se trataba de Harahel, el joven hijo de Hod. Era muy admirado por todos y de los siete hermanos era el más inteligente. Hod miro a los ojos de su hijo y vio en ellos esa pertinaz expresión que tan bien conocía. Sabía que nadie lograría convencerle para que no emprendiera aquella aventura, y por ello, le dijo:
- Esta bien hijo, partirás al alba y encontraras la respuesta.
Con ese propósito partió el inteligente joven. Dirigió su montura hacia el Norte donde las tierras de Fuego de Kether le aguardaban. En ellas, se apodero de la Piedra Ardiente y la guardo en su alforja.
Más tarde se dirigió a las tierras Acuosas de Hochmah, y de ellas tomo en un recipiente un poco de aquellas aguas fecundadoras.
Siguió su camino y llego a las tierras Etéreas de Binah, donde forjo una espada con un metal invencible,
Y por último, dirigió su cabalgadura basta las ricas tierras de Hesed donde crecía el fruto de la fertilidad.
Largo fue el camino recorrido por Harahel, pero al final tenia en sus manos el Poder que iba a salvar a su pueblo.
Tan solo quedaba encontrar el nacimiento de los cuatro ríos cuyas aguas regaban sus tierras.
Tras muchos esfuerzos, lo encontró, y vio como una pesada piedra impedía emanar sus aguas. Tomando la piedra de Fuego froto con ella la espada y de ella emano un extraño poder. La elevo al cielo y la dejó caer sobre la piedra. Esta se quebró por la mitad y de nuevo el agua comenzó a fluir. Pero había estado tanto tiempo estancada que era impura.
Harahel tomo el recipiente de agua fecundadora y la mezclo con el fruto de la fertilidad. Aquel fruto tomo el poder de purificar y al contacto con el agua putrefacta la transformo dejando de ser impura.

Así fue, como Harahel devolvió a la comarca de Merjup su respuesta. Desde aquel día los cuatro ríos no dejaron de emanar y la vida se multiplicaría por los siglos de los siglos.

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