Coro: Serafines, Ángeles al servicio
de Kether-Voluntad. Ángel
Lo que otorga:
Acceso a empleos superiores con
responsabilidad ejecutiva.
Poner fin a las adversidades.
Protección contra las armas y las
fuerzas del mal.
Para ser fiel a la palabra dada y no
rehuir los compromisos..
Protección contras las tendencias hipócritas,
contra la ingratitud y el perjurio.
Lección: Disolver los enfrentamientos
y las tempestades causadas por el odio humano. Fidelidad a lo esencial, no
cayendo en apoyar una tendencia en detrimento de otra.
Nombre en latín: Deus Spes
Significado: Dios de la Esperanza
Planeta Neptuno.
Sefiráh: Keter.
Horario de regencia: de 0:40 a 1
horas.
Se lo invoca para:
Calmarnos ante las adversidades.
Poseer magnetismo personal.
Protegernos en accidentes de
automóviles, asaltos.
Darnos fuerza y voluntad ante nuestros
compromisos.
Pedir protección ante todo tipo de
ataque.
Cita bíblica:
Yo le digo al Señor: «Tú eres mi
refugio, mi fortaleza, el Dios en quien confío.
Salmo 91:2
Los nacidos bajo su regencia:
Sabe que tiene mucha suerte y por eso
tiene la posibilidad de realizarse financieramente. Está siempre en actividad,
luchando por su ascenso. No consigue por orgullo pedir favores a nadie. Es un
trabajador solitario. Es bonito interna y externamente. Por su fuerte carisma
atrae la atención de las personas. Respira vida y vive cada día de una manera
especial. No le gusta la palabra destino por hallarlo muy cómodo. Tiene alma
elevada y gusta detener muchos amigos a los cuales generalmente les da consejos
precisos. Tiene mucho criterio comprendiendo fácilmente todas las situaciones
que la vida le da. Generalmente perdona a quien intenta perjudicarle. A veces
se muestra un poco inhibido sin motivo, pues conoce todas las experiencias que
el mundo ofrece. Es un gran transformador protegiendo e incentivado a personas
de ideas nuevas. Tiene gran simpatía y gentileza. Adora las fiestas, banquetes,
celebraciones y es reservado en la forma en que se viste. Dice lo que piensa
porque no sabe ser disimulado o actuar de forma dudosa. Tiene muchos recuerdos
de cosas que no fueron vividas en esta encarnación, que generalmente aparecen
de forma de sueños. El objetivo de su personalidad que concuerda con su alma
será su nobleza.
Es el serafín que acude frente a las
adversidades que sorprenden a sus protegidos. Sitael ayuda en momentos de
peligro como accidentes, ataques por violencia o robo. Su ayuda aísla a la
persona de la calamidad, manteniéndola “por milagro” a salvo. A través de la
fuerza que ejerce la capacidad humana de perdonar, es posible mantener a Sitael
cerca, beneficiándose con la amorosa cobertura de sus alas protectoras. El
rencor y la maledicencia, obviamente, espantan a esta sensible criatura.
Sitael: “El Sabio Constructor”
Por tres veces consecutivas lo habían
intentado, pero seguían sin poder conseguirlo…
-
Lo siento Majestad -se excusó el contrariado arquitecto-, todo es un
misterio, por mucho que lo intentamos, lo que en la luz construimos, en las
tinieblas de la noche es destruido.
-
No, no puedo creerlo. Mientras que vosotros jugáis a ser dioses, mi hijo
se está muriendo de tristeza -grito el rey enfurecido-.
Quizá tuviera razón para estarlo, pues
su único hijo, el príncipe Aquin, era víctima de un terrible mal que le había
sumido en una profunda pena. Desde hacía tres años nadie había tenido la dicha
de verle sonreír, y todos desconocían la razón que le llevo a aquel melancólico
estado.
Su padre, el rey Kevin, sumido en la desesperación,
pensó que tal vez si le construía una ciudad y la habitaba con los mejores
magos de reino, quizá Aquin recuperase de nuevo la alegría.
Pero tras muchos intentos, y de un
modo misterioso por cierto, los arquitectos que hasta ahora lo habían
intentado, fracasaron a pesar de muchos esfuerzos. Por ese motivo, el Soberano
estallo en ira, pues no comprendía lo que estaba pasando. Tenía enemigos
secretos y el desconocía donde podía encontrarlos.
Si pudiera averiguarlo -pensó-, les haría
arrepentirse de lo que estaban haciendo. Kevin aumento la vigilancia y se dijo
que nadie podría burlar a la guardia en aquella noche.
Sería una noche larga, muy larga. No
lograba conciliar el sueño, no podía alejar de su mente aquellos rabiosos
pensamientos. Pero pronto se daría cuenta, de que a pesar de sus preocupaciones
nada cambiaria al día siguiente.
-
¡Majestad….! ¡Majestad…! -gritaba su consejero sin que le quedase apenas
aliento-, no os lo creeréis, pero todo lo construido ha sido derribado.
Tan solo un gesto amargo y un ademan
de impotencia se dibujaron en el rostro del apenado rey. Ya no sabía qué hacer,
lo había intentado todo.
Pero esta historia no puede tener un
triste final, y para evitarlo, llego al reino un misterioso viajero, el cual decía
llamarse Sitael y ser un hábil arquitecto. Esta noticia llego hasta el rey
Kebin quien mando buscarle de inmediato.
- ¿Decís que sois un buen arquitecto?
-le interrogo el Soberano-.
-
No soy yo quien puede dar testimonio de mi arte, sino mis obras Señor
-contesto seguro de sí mismo el recién llegado-.
-
¿Creéis que podréis construir una ciudad que pueda dar cobijo a la
felicidad y a la alegría?, mi único hijo se está consumiendo en los fríos
brazos de la tristeza -pregunto con tono esperanzador el rey-.
-
Podré hacerlo si Vos me ayudáis, Majestad -replico el enigmático
arquitecto-.
Aquellas palabras pusieron en guardia
al Monarca, quien muy extrañado le dijo:
-
Sabed que yo desconozco el divino arte de la construcción. Siendo así, ¿cómo
podre ayudaros?.
-
Tan solo Vos podréis evitar que los pilares que han de sostener a la
ciudad sean sólidos y no quebradizos.
-
¡No os entiendo! -exclamo muy aturdido el rey-.
-
Si mirando en vuestro corazón encontráis la solidez del amor, entonces
nada debemos temer, pero si hayáis tan solo un sentimiento de odio, rencor, del
quebradizo poder de las tinieblas, entonces la obra perecerá en manos de esta
fuerza -explico Sitael-.
El rey Kebin no pudo mirar a los ojos
de aquel extraño viajero. Reconocía en sus palabras una vedad que le consumía. Él
era entonces el único responsable, el que impedía levantar los pilares de la
ciudad de la alegría, del amor.
Desde aquel día todo cambio. El rey
perdono a cuantos habían sido sus enemigos, y de inmediato, como por arte de
magia, pudo comprobar como las murallas de la ciudad se elevaron sólidas,
poderosas hasta el cielo, dando cobijo al elixir de la felicidad, donde su hijo
encontraría para siempre una maravillosa paz.
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