Atributo: Dios es mi luz.
Planeta: Sol.
Coro Angélico: Principados.
Sefiráh: Tiferet.
Horario de regencia: de 15 a
15: 20 horas.
Se lo invoca para:
Tener nuevas ideas que iluminen los
nuevos caminos.
Agradecer a Dios los bienes que nos
envía.
Tener revelaciones en los sueños.
Los nacidos bajo su regencia:
Tendrá ideas geniales, pensamientos
sublimes, espíritu fuerte y sutil. Será discreto, pero con capacidad de
resolver los problemas más difíciles, tomando sus decisiones en el momento
correcto. Le gustará meditar y conocer formas para llegar al entendimiento de
los asuntos místicos. Hará descubrimientos que beneficiarán a la purificación
del espíritu a través del servicio en favor de sus semejantes. Utilizará medios
tecnológicos como la informática, radiestesia, radiónica y técnicas de
transcomunicaciones para aplicar a su búsqueda espiritual. Ocupará un lugar de
destaque en la sociedad, su lema de vida es: conversando es que la gente se
entiende.
Nunca faltará el respeto a las
personas con experiencia todos los aspectos de su vida estarán dispuestos al
triunfo. Su gran intelecto hará que astralmente tenga una corona de oro que
representa la luz de la sabiduría. Representará el poder y la conquista de la
armonía del hombre en su búsqueda divina.
Cita bíblica:
El Señor es bueno con todos; él se
compadece de toda su creación.
Salmo 145:9
Ariel: ‘LA BELLEZA DE LA ARMONIA’
Acababa de llegar de la escuela y se
sentía muy agotada. Era la época de exámenes y ello exigía hacer mayores
esfuerzos para poder aprobarlos.
Aquella noche apenas si ceno. Estaba
tan cansada que decidió ir a la cama pronto.
Así lo hizo. Despidiéndose de sus
padres, la joven Ariel busco el reconfortable descanso que le iba a facilitar
el sueño.
Dormiría durante horas -se dijo -,
había acabado los exámenes y aquel pensamiento la tranquilizo.
Apenas recordaría a la mañana
siguiente si tardo mucho en dormirse, lo cierto es que no hizo más que apoyar
la cabeza en la almohada cuando su espíritu, dejo el desgastado cuerpo
reponiendo energías.
Mientras que esto ocurría, el espíritu
de Ariel viajo veloz por la región de los “Anhelos”, allí donde todo es posible
con tan solo desearlo.
Alguien la estaba esperando. Era un
anciano, aunque su avanzada edad no le impedía moverse con una maravillosa
agilidad. Sus ropajes eran de una luz azulada muy intensa y su voz era
melodiosa y angelical.
-Sígueme Ariel, te guiare al lugar
donde deseas ir -le dijo el anciano -.
-Y ¿cómo sabes cuales son mis deseos?
-pregunto extrañada la joven -.
-Yo sé de ti todo cuanto debo saber.
Pero no te preocupes de eso y ahora ven conmigo -le contesto enigmáticamente el
anciano -.
La joven Ariel le obedeció y vio como
en un abrir y cerrar de ojos, se encontraron en un lugar totalmente distinto.
Pero que maravilloso era.
Ante sus ojos tenía aquello con lo que
tanto había soñado, la belleza.
-Escoge ahora que tienes la
oportunidad de hacerlo -le dijo el anciano -.
La joven Ariel tomo un rostro y un
nuevo cuerpo, y se sintió la mujer mas bella y hermosa del universo. Se volvió
para dar las gracias a su benefactor, pero este ya no estaba.
Tendría prisa -pensó Ariel-, y siguió
sus pasos. De repente se vio en su casa, con su familia. Su vida era normal,
pero con la diferencia de que era la más guapa de todas las chicas de la
comarca. Aquello la hizo feliz, pero su felicidad cambio muy pronto, pues todos
los que habían sido sus amigos hasta ahora le daban la espalda, pues se
mostraba engreída y arrogante.
Aquella decepción la atormentaba, y
entonces deseo con fuerza volver a ser como antes, sencilla y humilde.
-También puedes mejorar eso -dijo una
voz a sus espaldas -.
Era de nuevo el anciano, que le
sonreía dulcemente.
- Que debo hacer para conseguirlo?
-pregunto la joven Ariel -.
-Fácil querida niña, ¡desearlo! -le
dijo el sabio anciano -.
Así fue, como la joven Ariel se
encontró de nuevo siguiendo a su benefactor. En esta ocasión un paisaje
diferente se le mostró. Ante ella había tres cofres. Uno contenía poder, otro
riquezas y otro armonía. La joven tomo el ultimo y entonces, un fuerte alboroto
hizo que el espíritu de Ariel retornase rápidamente a su descansado cuerpo.
Miro por la ventana y vio como dos niños peleaban. Les llamo por sus nombres y
al instante ambos dejaron la lucha para abrazarse cariñosamente.
La joven Ariel había adquirido una
especial belleza, más duradera que la física, la del amor que sabe llevar a los
demás la paz eterna.
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