Atributo: Dios grandioso.
Planeta: Mercurio.
Coro Angélico: Arcángeles.
Sefiráh: Hod.
Horario de regencia: de 16 a 16:20 horas.
Se lo invoca para:
Tener consuelo en las contrariedades.
Tener protección divina en la búsqueda
de valores morales.
Impulsarnos al desarrollo espiritual.
Traer compresión mental.
Los nacidos bajo su regencia:
Las personas nacidas bajo esta
regencia se distinguirán por sus talentos y virtudes, su gran generosidad podrá
ser vista a través de su aura. Será estimado por todas las personas de bien que
posean las mismas cualidades y virtudes. Fiel ejecutor de causas nobles,
incentiva a las personas a través de su ejemplo a seguir su buena conducta.
Tendrá gran facilidad para perdonar los errores de otros y juzgará siempre de
un modo prudente. Con sentido del humor podrá criticar sin arrogancia. Será
innovador, imparcial, dinámico e inteligente a pesar de ser individualista.
Debido a su gran capacidad mental, tendrá facilidad para expresarse con
cualquier clase de persona. Será más estable después el casamiento. Su familia
será unida y armoniosa. Físicamente será esbelto y elegante. Intelectualmente
abierto y refinado pero lo considerarán una persona difícil de tratar. Tendrá
reconocimiento social que encarará como prueba de que la vida sólo es dura para
quien no sabe aprovechar las oportunidades que le son ofrecidas, no le gustan
las personas que faltan a sus compromisos.
Cita bíblica:
Grande es el Señor, y digno de toda
alabanza; su grandeza es insondable.
Salmo 145:3
VEHUEL: ‘LA CIUDAD PROFANADA’
La Ciudad Sagrada de Netzah, estaba
siendo profanada por la lujuria y banalidades de un pueblo que había olvidado
su estirpe divina y que se había entregado al servicio de amos y señores que
prometían poder, riquezas, prestigio, fama y placer.
Netzah había sido construida por
nobles sabios que inspirándose en las mas bellas formas de la naturaleza,
quisieron que aquella morada fuese una morada donde se viviese anticipadamente
el goce que el Gran Maestro otorgaba a su pueblo, el goce de la paz y de la
armonía.
Sin embargo, el afán de poder, genero
una terrible competencia, una espantosa rivalidad que desencadenaba guerras y
destrucción.
El deseo de riquezas propicio la gula,
la ambición, la avaricia. El hombre ya no competía, tan solo vivía para
satisfacer sus intereses. Antes de dar, recibía.
El afán de placer, anulo la verdadera
búsqueda de la plenitud. Gozar sin trabajar era lo deseado. Recibir frutos sin
sembrar. Aquellos afanes fueron ahogando y enterrando poco a poco el tenue
grito de esperanza de volver a vivir en armonía con las leyes de la naturaleza.
Sin duda, Netzah había dejado de ser la dulce tierra de los goces para
convertirse en la mísera tierra de los placeres.
Mientras que todo esto sucedía en la
Ciudad Sagrada, no muy lejos de allí, pero si lo suficiente como para quedar
protegido por el hedor nauseabundo procedente de la basura que enterraba a
Netzah, crecía fuerte y saludablemente un joven príncipe de sangre real, era
Vehuel, hijo legitimo de la princesa Venus y del príncipe Urano.
La princesa de Netzah se vio obligada
a abandonar a su hijo cuando su esposo Urano fue derrocado del poder. Lo
entrego a una familia humilde que le era fiel, y esta lo había criado durante
18 años. Ahora Vehuel era todo un hombre y se complacía en hablar con las
plantas y los animales, que parecían entender su lenguaje.
Un día, Vehuel, sin poder evitarlo oyó
la conversación que mantenían sus padres ilegítimos y conoció la verdad sobre
su identidad. El joven que era noble y bueno comprendió lo que había sucedido,
pero dijo a sus protectores que debía ir en busca de sus verdaderos padres.
Vehuel ya dirigía sus pasos hacia la
Ciudad Sagrada, y cuando se acercaba a ella noto como el aire se enrarecía
impidiéndole casi respirar. Tuvo que hacer grandes esfuerzos para seguir su
camino, pero poco a poco se fue acostumbrando a él sintiendo como en su pecho
ardía un fuego hasta ahora desconocido.
A su paso, Vehuel vio como los hombres
permanecían prisioneros de un sopor que no les permitía pensar. Encontró en su
camino a un joven que lloraba amargamente. Se acercó a él preocupado y le dijo:
-¿Por qué lloras muchacho? Por la
intensidad de tu dolor, algo grave debe ocurrirte.
-Si es cierto, acaban de cortarme el
cabello más de la cuenta -contesto el afligido joven -.
Vehuel no supo contestar, pues no
comprendía como podía llorar por tal banalidad. Así fue encontrando otros
muchos casos y comprendió que aquel pueblo no tenía espíritu, estaba vacío y se
dijo que debía hacer algo para ayudarles.
Sin pensarlo más, se puso a trabajar.
Día tras día trabajaba incansablemente y al poco tiempo muchos se unieron a él.
Al cabo de unos días, el grupo había crecido considerablemente y cuando este
fue lo suficientemente grande, Vehuel, les hablo:
-Muchos de vosotros habéis conocido el
placer de la tierra y habéis quedado prisionero de sus seductores encantos.
Ahora podréis conocer el verdadero goce que tan solo Dios puede ofrecer. Seguid
mis pasos y abandonemos este valle. Elevémonos hasta la montaña de Hochmah,
donde mi padre el Príncipe Urano nació. Allí encontraremos la faz de nuestro
creador.
Así fue como Netzah dejo de ser la
tierra profanada por la mayoría y se convirtió en la Ciudad Sagrada donde
moraba el Eterno Amor.
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